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Surge del cuello un soplido leve, me doy vuelta en la cama y percibo su sombra perdiéndose entre la esquina de la pared y el borde desgatado de la alfombra.

-No debes dormir- escucho, o presiento? Creo oír su voz pero no distingo su tono realmente.

Aún con el efecto de la inyección última me opongo al sueño detectando el temblor de mi mano izquierda, atiendo su queja permaneciendo embebida por más de 40 minutos en el retumbar del descontrol cada vez más estruendoso al profundizar la contemplación.

De pronto el llanto de un infante me impulsa a sentarme de un golpe, viene de lejos pero conforme lo evito se acerca, presiona la ventana queriendo entrar, cubro mis oídos presionando las palmas hasta sentir que la sangre del cráneo se aprisiona, sintiendo la vibración del vidrio cabalgar al ritmo de mis latidos, su velocidad se desboca y vomito un alarido ensordeciendo todo. A su término, mis ojos cerrados lentamente entreabren su guarida desconcertados. -Jamás encendí la luz- pensé y totalmente alumbrada la habitación el calor se hizo insoportable, intenté levantarme pero un peso en mi hombro gobernante me retiene y obliga a mantenerme en mi sitio.

Siento su respiración, casi puedo ver sus labios sonrientes mientras exhala sobre mi e intempestivamente  me uno a su alegría macabra y a carcajadas reviento sin poder controlar su fin, consciente de no sentir ganas de hacerlo como manifestando el interior de otro ser sin habitarme.

Suenan dos golpes secos y profundos en el techo y un par de vociferaciones ininteligibles, era el vecino de arriba solicitando respeto por la desconsideración de nuestro desfase en la celebración y sin poder defenderme intenté formar la palabra AUXILIO escupiendo sólo el silencio de mi euforia incitada.

Inmediatamente sentí sus garras tomandome del cabello de la corona inclinándome hacia su presencia, aún hoy no sé si lo que ví fué cierto. Luego con toda su fuerza me sumergió en un cubo de agua helada salido de no sé donde manteniéndome por varios segundos mientras mis manos desacertaban al intentar encontrarle.

Cesó la presión, fuí reincorporándome despacio temblando extrañamente de frío más no de temor, cuando tuve la idea de mirar hacia atrás recordé que mi cabeza había sido liberada antes de salir del agua hecho que confirmó su ausencia y me tendí a lo largo en el lugar que abandonó mi verdugo, libre sólo de su presencia pues el aire era espeso y seco, sentí como si aplastara mi cara contra

la cama, apenas si podía respirar, mis manos se levantaron directas al cuello creí para liberarme pero su intención era ayudar al atacante, su furia provoco que mi lengua saliera hambrienta de oxígeno abriendo la boca hasta su límite. No entendía como mis gritos no molestaron más al vecino y acerté cuando la luz se apagó de nuevo por sí sola, -Jamás los escuchó, estuvieron siempre dentro de mí-.

No recuerdo haberme desmayado, imagino que así fué, Temprano a la mañana, juzgando la supuesta pesadilla fuí a lavarme la cara, el agua esta vez refrescó tranquilamente los ojos pero la visión en el espejo no lo fué tanto. Estaba ahí, hierática y nítida, como siempre a mi espalda, quien no atiné a reconocer cuando me atrajo de la cabeza hacia ella la noche anterior. Tan igual y a la vez extraña, risueña y malévola merecedora de todos mis miedos, era yo en todas las formas posibles y a la vez ninguna, ahora y para siempre juntas.

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