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Se acerca al pueblo cansado por el largo viaje, destrozado por las imágenes de la guerra, escondido en si mismo, allí atrás de todo, en un rincón de su conciencia.
Sus ojos miran sin ver y su cuerpo solo obedece al viejo instinto de los caminos recorridos tantas veces desde su lejana niñez. Niñez en la que se esconde ahora, mirando el viejo paisaje con los ojos del recuerdo, distinguiendo árboles y caminos distintos que su memoria transforma en aquellos alejados en el tiempo, cuando la guerra no era mas que el cúmulo de historias de héroes gallardos que volvían rebosantes de triunfo y felicidad.
Nunca nadie le había dicho que el triunfo del héroe está posado sobre los cuerpos de aquellos que no regresan y que aquél no solo había sufrido lo mismo, sino que debía de sufrir aún mas para que su heroísmo sea reconocido. No, a él nunca le habían contado esa parte de la historia, ni tampoco le habían dicho que hay héroes que se elevan sobre la muerte y la mentira, héroes construidos en favor de otros que necesitaban de su heroísmo, no, a el tampoco le habían contado de esos héroes, pero los había visto a ambos: a los que luchan y los que toman.
Sabe que había estado junto al que luchó y venció a costa de demasiada sangre, a costa de conocer el verdadero sufrimiento, aquel que no se nombra y que quiere olvidarse, como el hace hasta ahora.
Sabe que también estuvo junto al que tomó el heroísmo venciendo al héroe, arrebatándole la gloria en una noche traidora y con la daga de su propio cinto.
Pero eso el no quiere recordarlo.
Sus ojos traducen lo que ve en lo que 
solo quiere recordar y aquello que no debería estar simplemente lo ignora.
Sin embargo, en lo mas oscuro de sus sueños, cuando el cuerpo le pide descanso y no tiene mas remedio que dormir, todo vuelve como una horrorosa pesadilla que se repite siempre de la misma forma, en el mismo ciclo, en un inicio cortado y en un final que bloquea su mente aliviándolo en el olvido.
En el sueño, su mano tira a un costado la copa con la que había estado celebrando la victoria de la cruenta y final batalla donde miles de cuerpos cercenados y, quien sabe, tal vez moribundos, yacían en la planicie, entremezclados en rojizo barro y olor nauseabundo.
Cuerpos de ambos bandos descomponiéndose y envenenando el aire. Habría tiempo después del descanso para remover ese infierno.
Pero en su sueño aquello ya no existe, la batalla ha terminado y de toda la soldadesca a su cargo solo habían quedado ellos dos allí, en ese lado del campo, separados por el mar de muerte de los otros sobrevivientes.
El otro, el héroe, aun bebía de su copa sin hacerle el menor caso, se sentía satisfecho a pesar de todo, había matado mucho pero había logrado que con eso se evitasen muchas mas muertes aún, el balance estaba hecho y él había ganado. El agua mugrienta que ahora bebía no le quitaba la sonrisa de la cara, ya habría tiempo de beber el mejor vino en la mesa del rey inútil que estaría frotándose las manos como si la victoria fuese suya. Pero era de él y eso lo hacía sentirse invencible.
Así se sentía y en eso pensaba el héroe.
Allí en frente suyo, enfurecido, lo miraba su amigo con quien se habían cubierto las espaldas pero que le había fallado en el momento mas cruento del combate, cuando mas necesitaba su brazo fuerte, cuando mas necesitaba su protección. Allí en frente estaba el que había tirado la espada y corrido a ocultarse llorando enloquecido cuando el último frente de ataque había cargado contra ellos. Aún se pregunta cómo es que sobrevivió y solo se responde que lo protegieron los que ahora están muertos, impidiendo que los que atacaban lleguen hasta él. 
El combate fue feroz, sin tregua, sus ropas y su cuerpo se convirtieron en una mancha sanguinolenta cargada de furia.
El comentario de la sangre había desquiciado a su amigo, se lo había dicho con desprecio y con furia: "tu ni siquiera estas manchado", recordándole que allí a su escondite no había llegado la sangre, ni amiga ni enemiga. Lo había dicho con el odio de quien tiente la traición de quien menos se espera, cuando aun no hay reflexión para el perdón ni para el entendimiento, lo había dicho y ya.
Lo vio caminar de un lado a otro como un animal enjaulado, los ojos en tinta y las manos crispadas.
En su sueño, veía al héroe recriminarle, "ni siquiera estas manchado", le había dicho, recordándole su huida y su cobardía, pero el no era cobarde lo había demostrado miles de veces, había protegido al héroe en cientos de ocasiones antes de ser el héroe que ahora se yergue sobre la muerte.
Camina de un lado a otro sin pensar, sin olvidar esas palabras que lo desquician, sin dejar de sentir que la vergüenza y el arrepentimiento se han convertido en furia ciega.
Su mano se mueve a su cintura y sin mas lanza la daga que atraviesa el cuello del héroe de parte a parte mientras éste intentaba tomar un trago mas victoria.
Lo ve caer derrumbado sobre el ya ensangrentado polvo, y gritando de locura le quita la daga del cuello bañándose en la sangre que sale a borbotones de la herida.
Se oye a si mismo decir "estoy manchado", "ahora estoy manchado ¿no lo ves?", y se oye a si mismo reír descargando en esa risa loca toda su furia, su tensión y su remordimiento.
"Ahora soy yo el héroe" se dice, "mía es la victoria aquí y nadie me la va a quitar ahora".
Pero el sueño cambia y son retazos de imágenes con el rey rindiéndole honores, con los soldados mirándole de envidia, con la gente regalándole admiración,
Y cambia de nuevo porque la guerra vuelve, porque el enemigo sabe la verdad, sabe que el héroe está muerto, sabe que hay un falso héroe en el victorioso ejército.
Ataca por ese lado, por donde está el héroe y éste huye, gritando enloquecido huye como aquella vez, dejando la moral de su ejército destrozada y la del enemigo invencible.
El sueño termina con él corriendo y buscando solo el camino a casa, su mente ha negado todo, lo ha cerrado todo y solo es un instinto animal de regresar y olvidar.
En el camino se ha agachado en los arroyos y con el barro de las orillas se ha embadurnado el cuerpo repitiendo siempre "estoy manchado, estoy manchado", mirando con ojos perdidos sin comprender porqué lo hace.
Solo sabe que falta poco para concluir el viaje, que quedan pocas millas para volver al hogar dejado hace ya tantos años, pero su mente comprende que si llega deberá abrir las puertas al recuerdo y entonces ataca de nuevo y le muestra nuevos caminos que van rodeando de a poco el lugar donde podría haber llegado pronto si fuese en línea recta, pero no quiere recordar, su sueños se lo dicen, sus sueños donde sufre cada noche el dolor de su vergüenza se lo advierten, no debe recordar.
Así va deambulando por los alrededores de la villa como un loco vagabundo mas que la gente teme y compadece, a quien ven en las orillas del río cubriéndose de barro mientras murmura un rezo ininteligible y que huye a la presencia de cualquiera que se le acerque.
Él no sabe que aquella derrota fue la definitiva y que ahora su pueblo es esclavo del vencedor que comenzó a vencer cuando aniquiló las fuerzas comandadas por el héroe.
Él no sabe que las canciones de los esclavos hablan del héroe que había vencido una vez pero que no pudo vencer la segunda pero que a pesar de saberse perdido había luchado hasta que la última gota de sangre había abandonado su cuerpo y que en recompensa el Dios de la guerra le había llevado consigo para que su cadáver no sea mancillado por el vencedor.
No, el no sabe de esa parte de la historia.

FIN

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