1
No es la hora mustia, de extasiarse con los rayos de la luna,
musitar quedo bajo la pálida luz de los faroles,
crece la multitud que quemara los centros de tortura,
tomara el cielo por asalto,
y enterrara para siempre la sangre derramada,
como semillas prestas a germinar,
al filo de la Aurora.
Sin paz... ¡no hay caminos posibles!
2
Y en el rito sigiloso, la palabra nos hará libres,
sobre las cercas de las alambradas,
bajo la sombra de nuestros centenarios árboles,
cerca al rio de nuestras originarias ilusiones.
3
hemos llorado bastante nuestros hijos,
vidas arrancadas al amparo siniestro de la noche,
héroes sin tumba, que laceran la memoria.
4
No estamos resignados,
nadie habla de derrotas,
el cadalso y la tortura, el vil asesinato y el exilio,
han templado el espíritu,
que estoico lucha y espera,
con la certeza de un nuevo sol que se levanta,
ansias de patria ahora humillada y despellejada,
como los restos finitos de un pavoroso naufragio.
5
hemos regado sal, en la tierra profanada,
juramos no olvidar en la memoria,
nada anidara a nuestros brazos
la pesada soledad de las angustias y tristezas.
6
Cantamos por que el futuro
se anuncia más allá de las tumbas sin nombre,
y de los oscuros socavones.
7
Nada nos hará callar
para enfrentar el estigma y el anatema,
resueltos a luchar por la vida,
y a propiciar el encuentro de todos
¡sin Jaulas y sin Guerras!