Bastante difícil la labor de quien juzga y sentencia, aunque a veces pareciera que no lo fuera tanto, pero analizando las diferentes situaciones que se le pueden presentar a quienes ante la sociedad tienen dicha misión, definitivamente, no puede ser fácil asumir un caso y dictar un fallo sobre una persona o grupo de individuos, sean los que fueren, sin correr un riesgo: equivocarse en su juicio y condenar o exonerar a quien no debía y/o ser amenazado por la contraparte que salió perjudicada en el mismo.
La ética de quien juzga ha estado siempre en tela de juicio, mucho más, recientemente, cuando de los escándalos de corrupción no se salva ningún estado, ni aquellos que se consideraban monolíticos e inmunes a los mismos, como China y el Vaticano.
Para no ir muy lejos, el norteamericano Brett Kavanaugh, postulado por el presidente Donald Trump como futuro miembro de la Corte Suprema de Justicia, acaba de ser señalado como acosador sexual por Christine Blassey Ford, quien recibió presiones indebidas de Kavanaugh cuando éste se desempeñaba como supervisor del Departamento de Educación. Los interrogantes han sido mucho, ante la negativa del propio presidente norteamericano y la mayoría republicana en el Congreso, de retirarle su apoyo.
Pero, como cada vez coge más fuerza la opinión pública, ya sea manifestada a través de los diferentes medios de comunicación y/o las redes sociales, las cuales “juegan” a realizar el mismo papel de los primeros, en muchas ocasiones de manera irresponsable, sobre todo cuando se crean apelando a direcciones electrónicas falsas, desde las que se manipula esa opinión, en beneficio de un personaje o grupo de personas con intereses maquiavélicos y apelando a prácticas ruines, con el único fin de “ningunear” o satanizar a quienes hacen creer que son sus enemigos o las “piedras en el zapato” de sus muy valiosos proyectos (???), en el caso de Kavanaugh ha sido tanta la presión, que organizaciones de mujeres acosadas o violentadas en el pasado, han solicitado al Senado norteamericano el retiro de su apoyo al nominado y éste, actuando como ente meramente político, ha solicitado una investigación del FBI al respecto, antes de tomar cualquier determinación.
Independientemente de lo que pueda sucederle al postulado Kavanaugh, la ética del que juzga debe ser algo a prueba de cualquier duda. Los compromisos políticos, el dinero –y mucho– de dudosa procedencia, el cual seduce y compra conciencias, así como el afán de enriquecerse a costas de su labor (demasiado importante), permea a quienes juzgan y toman –o venden– decisiones equivocadas, dejándonos como sociedad expuestos a los peores criminales, los de cuello blanco.
La ética individual debe ser algo “elaborado, trabajado y perfeccionado” desde la familia y a través de la educación, como un plus, una ganancia personal en el día a día de los compromisos sociales que desempeñamos, los que sean y en donde el destino nos haya llevado a realizarlos.