El niñito avanzó con pasos inseguros y tambaleantes hasta el señor que, según decía su mamá, era su padre.
Al llegar junto a él se agarró de sus rodillas rodeándole las piernas con sus bracitos regordetes de infante; tan sólo tenía un año y medio de nacido.
No comprendía que le impedía a su famoso padre corresponder a su infantil caricia tan espontánea y tan tierna...
La Gloria y la Fama se habían llevado los afectos del progenitor famoso dejando tan sólo una estatua familiar.
OSIRIS