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Indudablemente el mundo ha sufrido una serie de cambios que jamás se hubiese podido calcular, ni los más notables e inteligentes Seres Humanos que nos han antecedido alcanzaron a prever una época de tanta confusión como la que vivimos actualmente.   Todos los valores sobre los cuales se formaron la sociedad actual y las anteriores a ella, hoy en día dieron un dudoso giro que no se sabe si es un paso adelante en la evolución del Ser Humano o es un paso hacia atrás que retarda y retrocede el proceso de crecimiento y desarrollo de la especie.

A la par con mucho estudio, conocimiento e investigación avanza también una extraña degradación moral generalizada que abarca todas las capas de la estratificación social  sin distingo de raza, sexo, religión, etc.

Como en esta trampa que nos ha impuesto el conocimiento y el desarrollo material caemos todos, entonces, todos nos enredamos, de manera distinta y cada uno desde el papel que le corresponde desempeñar según su medio social, en una diatriba tan incongruente como innecesaria, pero mucho más perjudicial porque es utilizada para dividir el mundo en infinidad de especializaciones, cuando en realidad de lo que se trata es de conservar y perpetuar la vida en todas sus manifestaciones como el único don inherente en toda la creación.  Por esta razón, no es lógico que se adopten medidas para defender o atacar cualquier forma corporal de vida mientras se desconoce el poder interior de todo ser para crear sus condiciones particulares. 

Por eso es que cuando se habla de bajar o controlar el consumo de energía eléctrica  también hay que asociarlo con el uso de nuestra energía interior; también hay que relacionarla con el uso que hacemos de nuestra mente, cuando la ignoramos e inconscientemente le permitimos la creación de pensamientos, sensaciones y emociones de envidia, miedo, ira, vergüenza, etc. para nombrar solo las básicas.

El recalentamiento del planeta no solo es el uso excesivo de hidrocarburos, el notorio y creciente calentamiento global también puede ser la percepción que capta un Ser Humano violento que emite una ira y una soberbia que la madre tierra absorbe sobrecargándose con nuestras perversas emociones.  Pero como por un lado van los ecologistas y por el camino contrario van los defensores de derechos humanos, entonces cuando se encuentran se tiran piedras en lugar de entender que lo único que cuenta para ambos y para todos es la conservación de la vida y que este es el  objetivo que debe unir todos las fuerzas.

 

Exactamente lo mismo está sucediendo con el sublime sentimiento de la paz que se manipula a la orden de las necesidades particulares; una palabra cortica, pequeñita, de tres letricas apenas, es manipulada según los intereses individuales de cada uno de los bandos.  Sin embargo, y esto sí que es algo bien perverso, la tan cacareada paz la defienden con un discurso ofensivo, discurso ofensivo que , lejos de despertar el inmaculado sentimiento de la paz lo que hace es crear una soberbia confusión en el subconsciente colectivo que a falta de voluntad para razonar se entrega sumiso y abnegado, cede al discurso interesado y tramposo que más le cautive. 

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