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La profusa lluvia se abre paso a través de la fría noche, golpeando con fuerza el tejado de mi casa. Por la ventana, los potentes y continuos relámpagos iluminan la oscura habitación en donde me encuentro. Es la única luz que puede penetrar en este lugar, la única luz que no lastima mis ojos que tanto han llorado. Mi corazón está vacío. La desolación invade todo mi cuerpo. Sufro por ella, por Helen, el amor de mi vida.

Recuerdo muy bien el día en que la conocí. Ella estaba sola en la playa, desparramada sobre la arena, debajo de una sombrilla. Su pelo era rubio y muy lacio, cubriéndole constantemente parte de la cara. Cuando se lo apartaba, dejaba entrever unos hermosos ojos almendrados, que con el sol se tornaban extremadamente claros. Su rostro era muy apacible. Ese día tenía entre sus manos un libro que leía con aparente fascinación.

No sabía como hablarle. Me acerqué lentamente y pude ver la tapa del libro: su título era “La Guerra y la Paz” de León Tolstoi. No pude más y tomé coraje, lo único que se me ocurrió es hacerle una tonta pregunta sobre el autor del libro; afortunadamente, eso inició una conversación improvisada con ella. Luego de unos instantes, comenzó a reírse de mis bromas,  le encantaban.   

Lo que estaba viviendo me parecía una fantasía. No sentía mi cuerpo, percibía todo desde afuera, como alguien que ve un añejo films, en cámara lenta. El sonido se había esfumado. El centro de mi atención era Helen. Solo podía ver la suavidad con la cual movía los brazos, lo esbelto de su cuerpo y sobre todo, la gesticulación de sus labios. ¡Ah!, era la mujer más hermosa que había visto en mi vida. Sin duda.  

 De todo ese ensueño, solo nació una amistad. Es lo único que podía esperar con ella. Lo sabía en ese momento y lo sé ahora. Hace un año que la conozco y cada día mi amor ha ido creciendo más y más, en la absoluta soledad, en lo más recóndito de mi corazón. Me ahoga. No lo puedo decir a nadie lo que siento y menos a ella. Jamás lo aceptaría, lo sé.  

¡ Ah, Dios mío! ¿ Por qué el amor se presenta en mi destino y solo puedo verlo pasar ?. ¿ Que ociosos demonios juegan conmigo ?. Ya no puedo más. Sé que nunca podré tenerla, lo sé con  suma certeza. Eso me despedaza el alma, ya no lo soporto. El dolor es muy intenso.  

De pronto suena el teléfono. Dejo que suene, no deseo hablar con nadie. Es tan insistente que me fuerza a levantarme de mi sofá.

― ¿Quién  habla? ― pregunto, con un hilo de voz.

― Hola Elizabeth. Soy yo, Helen. ¿ Como estás amiga mía?. ― Casi no tengo fuerzas para responderle. Insiste. ― ¿ Estás bien ?. Tu voz se oye triste.

― Estoy bien Helen ― Le respondo, pero mis fuerzas me siguen abandonando.  

― Tengo algo que decirte Elizabeth. Hoy conocí a Frank, un chico muy guapo y pasó lo increíble. Me invitó a salir. Estoy muy feliz, amiga mía.

― Me alegro por ti. Ahora no puedo seguir hablando, luego te llamo ― inmediatamente corté la comunicación y continué con mi dolor.

 

“Esta es mi vida. El secreto que tengo dentro de mí,  este amor que perece, nunca será correspondido. Es mi triste destino.”.

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