Durante las noches de todo el año me despertó una bella voz femenina interpretando canciones de amor; de esas que a la juventud de hoy ya no les gustan. En la distancia escuchaba boleros y baladas de mis años juveniles pero, mi timidez siempre me impedía salir a investigar quienes conformaban ese dúo tan extraordinario; la respuesta vine a conocerla cuando menos lo esperaba.
Con precisión matemática todos los fines de semana, en especial viernes y sábados en altas horas de la noche, en esas noches cálida y sensuales de Veracruz, se escuchaba el rasgueo de una guitarra haciendo la introducción de la canción y luego la voz melodiosa que llenaba el silencio nocturno. Obsesión, Plegaria, Tú sólo tú, Un siglo de ausencia, Renunciación y cientos de canciones más escuché durante todas las noches en que el dúo daba una serenata enamorada a una afortunada chica.
Bueno, a la mañana siguiente amanecía silbando o tarareando las melodías de la noche anterior. Cuando salía a caminar por la calles de la ciudad miraba mujeres de todos los tamaños, razas y edades preguntándome ¿Será ella? En mis paseos por el puerto, por la orilla del mar, por las calles tan llenas de historias la buscaba incansable. Pero seguía sin respuesta. Lo malo para mi es que poseo una curiosidad que se calma únicamente cuando encuentro las respuestas. Decidí salir a ver la dueña de la bella voz pero siempre ocurría algo inesperado: los hacían entrar a la casa; llegaba cuando ya terminaban y abordaban un taxi, no siempre el mismo; comenzaba a llover, en fin siempre algo impedía que colmara mis expectativas.
Siempre caminando y siempre observando y escuchando pero nada. Muchas caras, muchos cuerpos y muchas voces pero la pregunta continuaba en mi cerebro. Busqué en el directorio telefónico pero en las páginas amarillas de los comerciales no encontré ningún dueto musical de hombre y mujer, puros machos. Llamé a las emisoras y tampoco tuve resultados aproximados, ni en las casas de artistas. Llegué a la conclusión que el dúo de mis sueños no era del puerto.
Las cosas se dan cuando uno ya no las espera. Eso que llaman hado, destino o como sea da las respuestas más inesperadas en los momentos más curiosos. Una tarde estaba en el parque leyendo un libro de poemas titulado UNO QUE OTRO PENSAMIENTO Y UN GRITO DESGARRADOR, cuando una pelota de colores rodó a mis pies. Una niñita se acercó a recogerla y se quedó mirando el libro. Lo señaló con su dedito índice lleno de tierra y me dijo en su media lengua que en su casa tenían varios de los mismos y que los había escrito su abuelita. Como los niños dicen tantas cosas hice un gesto de ni si ni no y la niña corrió feliz con su pelotica a seguir jugando.
Una bella señora se acercó a la niña y le dijo algo que no alcancé a escuchar pero imaginé que lea estaba recriminando por conversar con desconocidos. La niña continúo sus juegos y la dama volvió a sentarse en la banca donde estaba, a unos diez metros de la mía. De pronto quedé paralizado, la hermosa dama comenzó a cantar con esa voz que palpitaba en mis recuerdos; ella era la dueña de esa voz cálida, armoniosa y sensual que me quitaba el sueño los fines de semana. Definitivamente su presencia no desmerecía para nada la textura de su voz y como una extraña fascinación me llevó hasta cerca de su sitio de reposo para escucharla mejor sin interrumpirla.
Fueron cuatro o cinco canciones, no recuerdo bien, todo en ella me embrujó y cuando se percató de mi presencia calló en seco, me miró y sonrió levemente, con el índice me indicó que me acercara y me preguntó que leía; se lo dije en medio de tartamudeos y le pregunté si la niñita era su hija; rió con una risa cristalina y profunda, de pronto se atragantó por una carcajada y me dijo: noooo, que va… es mi nieta. No podía creerlo, ¿a qué horas esta hermosura de mujer tuvo hijas y nietas? Además, me dijo, el libro que tienes en tus manos es mío. Eso sí que no, le dije, yo lo compré en una librería del centro. De nuevo risa y explicación; quiero decir que yo lo escribí. Ahora entendí lo que dijo la niña minutos antes.
Le alcancé el libro con un ademán inequívoco de quien solicita un autógrafo. Ella me sonrió, mientras a mi me temblaban las piernas de la emoción y escribió: “Con mucho cariño para un amigo” ADA.