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No mi amigo, no te engañes,
cree lo que te digo.
Te hablo con sinceridad,
mentir no tiene sentido.

Piensas que en desventaja estoy
porque mi mundo es oscuro?
Te imaginas que ando solo
adivinando lo oculto?

No mi amigo, no te engañes,
y lástima no me tengas.
Tengo los otros sentidos
que me llegan con gran fuerza.

Al igual que a ti me gusta
el sabor de las cerezas,
las que disfruto en verano
a la hora de la siesta.

Como tú tocar yo puedo
las frescas aguas del río,
que me transmiten su paz
y me hacen sentirlo mío.

También yo escucho contento
la sonrisa de los niños,
de mi padre los consejos
y de las aves los trinos.

El aroma del  jazmín
como tú, bien lo percibo,
para que sepas que a mi
me gusta lo bueno mi amigo.

¡Ah, ya sé, la vista!
eso es lo que te inquieta.
No puedo ver una foto,
ni un ocaso, ni una fiesta.

Y tú que miras por mi,
piensa bien lo que te digo:
cuando el sol llega de frente,
no cierras los ojos mi amigo?

En el candor de un romance,
al besar sus labios rojos,
no brinca tu corazón?
no cierras también tus ojos?

Y al final de cada día,
cuando el cansancio domina,
no se cierran nuevamente
para soñar fantasías?

Y dime, amigo del alma,
cuando con Dios tú conversas,
es que puedes verlo acaso
aun con pupilas abiertas?

La belleza de este mundo
no solo es la que ves allí,
es también la que adivinas,
y la que te hace sentir.

Porque tus ojos son solo
tus ventanas a este mundo.
Mas no las de tu alma
que mira aun más lejos,
más profundo...

No mi amigo, no te engañes,
cree lo que te digo.
Que aunque ciego yo me encuentre,
estoy a la par contigo.

Julio, 2002

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