En la época que estoy rememorando la primera comunión se administraba a los niños desde los siete años. El padre Aquilino Peña Martínez, párroco de Chipaque y devoto de San Pio X, a quien se llama el papa de los niños, seguía su ejemplo y el de San Juan Bosco de dar oportunidades a los niños y a los jóvenes. Después me refiero a los boy scouts y les cuento lo de los acólitos.
Yo estuve como acólito tres años y recuerdo a mis compañeros: Mariano Cubillos, Jorge Perea Leal, Miguel García y Fabio Bonilla, otros entraban y salían como se dice, este es el caso de Saúl Barato QEPD y otros dos niños que no recuerdo. El sacristán era Carlos Gacharná que me hizo una broma que nunca pude olvidar; cuando niño, uno de mis grandes miedos era a la oscuridad y el sacristán, conociendo esta debilidad, me mandó con alguna excusa a la parte baja de la iglesia por un candelabro o algo así. Como la mayoría de ustedes no conocen esta parte de la iglesia les cuento que por la parte de atrás hay un sótano donde se guardaban las imágenes de semana santa cubiertas por una tela morada, color que tampoco me gustaba. Más me demoré en entrar en esta especie de cueva cuando Carlos Gacharná cerró la puerta de entrada y echó candado.
Grité y lloré hasta cansarme pero de nada valió. El colegio estaba en vacaciones y nadie podía escucharme. No se cuanto tiempo estuve encerrado en ese espacio oscuro hasta que escuché la voz de mi abuela y mi tia que me llamaban angustiadas y me sacaron de ese socavón oscuro. Nunca supe lo que le dijeron al sacristán porque desde ese día me trató mejor. Mi tía era la imagen de la bondad y la decencia, pero mi abuelita si era peleadora y grosera cuando se metían con sus nietos y, sospecho, que le pegó la vaciada del siglo al hombre y una teletón de madrazos.
Dejo en este punto porque si escribo muy largo no me leen.
Edgar Tarazona Angel