Como dirán las señoras: Ese pobre Ulises si es de malas, sale de una para caer en otra peor. Ya había superado varios peligros con sus hombres, no todos sus soldados estaban vivos, varios ya no estaban en este mundo y con los que le quedaban seguía buscando el camino de regreso a casa donde lo esperaban su fiel esposa Penélope, su hijo Telémaco y esa manada de zánganos que tragaban y bebían de su despensa esperando que ella se casara con uno de ellos. Pero nada, los dioses le seguían enredando el camino y si no fuera así, pues esta historia ya se hubiera terminado.
Escila y Caribdis son dos monstruos marinos que se encontraban en un estrecho por donde pasaban los barcos, una a cada lado y no existía otra vía. Y el canal era tan estrecho que si el barco se alejaba de una de estas viejas caía en las garras de la otra, dicen que allí nació ese dicho Entre la espada y la pared, para indicar que uno esta jodido y sin salida. O de otra manera brincar de la sartén para caer en la candela… así de jodida la situación para Ulises y sus muchachos.
En la ODISEA Homero describe estos dos engendros: Escila habita en una cueva tiene rostro y pechos de mujer y aúlla como un perro chiquito; tiene doce patas pequeñas y deformes, seis cabezas que se sostienen en cuellos semejantes a serpientes y en sus bocas sobresalen triples filas de dientes grandes, filosos y mortíferos, como quien dice una belleza. Para completar se alimenta de todos los seres vivos que se le atraviesan y los marinos que se dejan atrapar, y es inmortal. De Caribdis dice el poeta que es un monstruo sin una forma definida porque vive siempre sumergida entre las aguas del canal y no se deja ver pero, para atrapar a los navegantes, forma un gigantesco remolino que los absorbe con todo y embarcación y los lleva al fondo donde esta criatura monstruosa los devora y, muy curioso, tres días mas tarde los vomita. Y debe alimentarse tres veces al día, pero en el libro no dice que hace el bicho si no pasan marineros; no creo que en esa época hicieran domicilios.
Ulises cuando se enfrentó a estas bellezas trató de esquivar a escila pero el remolino alcanzó a absorber la proa del barco. Recordemos que la diosa Atenea era como su hada madrina y lo salvó dándole un empujón que lo alejó del sitio. Como siempre sucede el héroe se salvó pero seis de sus soldados rasos fueron devorados por la alimaña. Tal vez Ulises pensó: de malas esos muchachos pero por lo menos yo salvé mi pellejo. Así como pasa en todas las guerras que los generales y los altos mandos se salvan y los jodidos son los pobres. Entonces Ulises respiró profundo, se echó la bendición en griego y siguió su camino.
Edgar Tarazona Angel