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Alguna vez has tenido un sueño, tan vivido y hermoso que quisieras nunca terminara... uno de esos sueños de los que no quieres despertar...

Entré con la última caja en mis brazos, cerré la puerta tras de mí y con un suspiro deje mi carga en un rincón, parecía que llevábamos meses con todo este asunto de la mudanza, había sido una semana intensa. Era un lugar con bastante luz por sus amplias ventanas que permitían contemplar los alrededores, las paredes de un blanco resplandeciente hacían el ambiente más fresco, las escaleras al segundo piso estaban junto a la puerta, podías ver la cocina desde allí eso será un problema, no pude evitar sonreír cuando pensé aquello.

Caminé hasta la sala, poblada de obstáculos y cajas por doquier, frente a una amplia y fulgurante pared blanca, empecé a pensar en que color podría darle más fuerza a la habitación, fue en ese momento en que, como siempre, reaccioné tarde a aquel gran suceso: acababa de terminar la mudanza, mi mudanza, nuestra mudanza, la simple verdad de este hecho me quitó la respiración y la falta de oxigenó casi me hace perder la conciencia, me senté sobre una de las sillas de nuestro comedor de pareja y respiré hondo, la piel se me encogió de la emoción, este era el momento con el que habíamos soñado, ¿Dónde había estado la última semana? Sentí el corazón a punto de estallar cuando ella dulcemente me sorprendió y puso sus brazos sobre mis hombros, cerré los ojos y llené mis pulmones de su aroma, tan dulce, tan cautivante; con su nariz rozó lentamente mi cuello y luego lo besó tiernamente, me estremecí debajo de ella y faltó poco para que me derritiera a sus pies cuando dijo Lo hicimos Chris, Con mi mano derecha busqué las suyas, las encontré entrelazadas en mi pecho, las apreté para convencerme que era real y me arriesgué a abrir mis ojos para contemplarla.

Su imagen llenó mi mente, mi propio ángel me estaba sonriendo con su cabello ensortijado suelto, sus ojos brillantes reflejaban la más pura alegría, me sentí sublime al pensar que yo había tenido algo que ver con eso, sus labios curvados en una sonrisa de cuento de hadas me invitaban a besarlos, vestía una de aquellas blusas con las que solía decir que estaba encinta, y unos jeans ligeros. Me veo terrible decía cada vez que la miraba, pero no entendía a que se refería, siempre parecía una princesa, demasiado bella para estar conmigo. Le sonreí y me levanté sin soltar su mano, rodeé la silla plateada y la abracé fuertemente, besé su frente, ella se alejó un poco, lo suficiente para mirarme y con ese destello malicioso que me volvía loco en sus ojos me dijo ¿Eso es todo?

Después de tomar una ducha imprevista, me senté frente a una pequeña caja, la única cuyo contenido recordaba, la abrí y saqué de ella mi cuaderno de apuntes, prefería escribir a la antigua en ciertas ocasiones, sabía que a ella le encantaba leer de mi puño y letra, además, no siempre tendría un computador a la mano. Mientras ojeaba el cuaderno apoyado en una pared, ella me rodeó la cintura y me besó lentamente, cuando la separé de mí para abrazarla, sonreí y le dije

-         Sabes, esta es la primera mudanza que he amado

Se encogió de hombros bajo mi abrazo y ocultó su rostro en mi pecho, puse mis labios sobre su cabello y suavemente pasee mis dedos sobre su espalda, hasta que sentí sus dientes perforando mi piel, la tomé de los brazos y le di media vuelta, la atrapé de nuevo y la sujete, dejé caer el cuaderno y besé todo el camino desde su hombro hasta su mejilla, ella sujetó mis manos y afortunadamente estaba fuera del alcance de sus dientes

-         Así que te gusta morder ¿Eh? – Dije con tono amenazador

-         Podrías decirlo – Sonrió

-         Pues… - Rocé su cuello con mis labios – Que mal

Mis mordidas no se comparaban a las suyas, a pesar de todo, seguía temiendo lastimarla, a diferencia de ella, que despiadadamente buscaba mi sangre una y otra dolorosa vez, pero me encantaba seguir su juego, me encantaba estar junto a ella, y desde ahora, podría hacerlo siempre que quisiera, porque estábamos juntos, más que nunca, increíblemente más que nunca. 

-         Increíble –

Estábamos acostados en nuestro sofá blanco, mirando el desorden que teníamos por organizar, ella reposaba su cabeza en mi pecho y yo jugaba con su cabello, tomados de la mano y con las respiraciones sincronizadas compartíamos ese momento único. Nunca había llegado a imaginar sensación cómo esa, me sentía tan tranquilo, tan lleno de paz, sentía que todo el universo se había detenido solo para brindarnos aquel instante, no podía imaginarme algo mejor que eso, estar con ella, siempre; no importaba cuantas cajas habían por desempacar, cuantos muebles por acomodar, cuantas veces tendría que mover la cama o un  estante o lo que fuera, lo podía hacer todo en ese momento, lo podía hacer todo con ella a mi lado, sin embargo, estando tendido en ese sofá con ella descansando sobre mí, no podía pensar siquiera en cambiar de posición, en moverme, solo podía pensar en cuanto la amaba, en que desde ahora, sería la persona más feliz del mundo cada mañana cuando al despertar cada día me encontrara con que no había sido un sueño, que todos los bellos recuerdos eran reales, cuando la contemplara dormir a mi lado, cuando mi cama estuviera llena de su fragancia, cuando la viera despertar de su sueño y le pudiera dar la bienvenida con un Buenos días hermosa, un suspiro se me escapó y ella me miró, ya debería estar acostumbrada, le sonreí y me incliné para besarla.

No podía, simplemente no era apto para describir uno de sus besos, sus provocativos labios se llevaban con ellos mi aliento al final de cada uno, nunca era suficiente, cuantos más me daba, más quería, pero me moría de ganas por dormir con ella, en nuestra cama, en nuestra habitación, aun sonaba tan increíble e irreal, así que me levanté de un salto y la tomé de las manos

-         Ven, rápido – Sentí el afán en mi voz, ella estaba un poco confundida

-         ¿Qué sucede, amor? – Tuve que hacer un gran esfuerzo por no caerle encima y comérmela a besos

-         Vamos – Empecé a caminar rápida y torpemente, subimos las escaleras y entramos a la habitación – Voy a armar la cama, nuestra cama

-         Aww amor – Me sonrió dulcemente y sus ojos centellearon, me abrazó y después de un rato se alejó un poco, sin soltarse de mí, me miró a los ojos y me dijo – Te amo

-         Y yo te amo a ti – Le sonreí y la besé fugazmente, pero algo más apremiaba, así que la solté y empecé a buscar las partes de la cama – ¿Has visto algún desarmador? – Pareció confundida, y noté tristeza en su rostro, solté cuanto tenía en mis manos y la abracé de nuevo, la tomé de la cintura y la llené de besos – ¿Que sucede kitty?

-         Nada, es solo que – Acarició mi rostro con las yemas de sus dedos - ¿No quieres besarme? – No pude soportar las ganas de reír, pero eso pareció empeorar las cosas

-         Oye – Tomé su rostro en mis manos y lo acerqué al mío suavemente – Siempre voy a querer besarte, nunca me voy a cansar de nada que tenga que ver contigo, pero en este momento, me muero por dormir contigo, en nuestra cama – Me miró fijamente un momento, luego desvió la mirada y sonrió, cuando me miró de nuevo, era alguien diferente, miró mis labios y luego mis ojos, se acercó a mí y pasó la punta de su lengua sobre mis labios, se alejó y me dijo en tono autoritario

-         ¿Quién dijo que ibas a dormir esta noche?

 

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