Aquello me aterro profundamente, nublando mis ya de por sí pocas entendederas. En mi mente solo estaba el marcharme de allí. Recogería todas mis cosas y me marcharía antes de tiempo de aquellas vacaciones de ensueño que terminaron convirtiéndose en unas terribles pesadillas.
Cuando entre en mi cuarto y empecé a recogerlo todo de forma apresurada. Entonces vi un extraño maletín. No me di cuenta de que aquella mujer lo llevara, hasta aquel momento. Decidí abrirlo, y para mi sorpresa allí había una gran cantidad de dólares americanos. Quizás hubiera cerca de un millón de dólares. Sin duda aquello sería la razón por la que ahora estaba tirada en el suelo de la habitación de al lado con mas de diez puñaladas por todo su cuerpo.
Durante un breve momento pensé que hacer con aquel maletín. Pero finalmente caí en la tentación y lo llevé conmigo. Un nuevo pecado capital, esta vez la avaricia, sellaba mi destino. Agarré mi equipaje y aquel maletín y me marché a toda prisa del hotel para no volver jamás.
Crucé las calles atestadas de gente en dirección a la estación de autobuses. Sabía que no habría un vuelo hasta pasada la tarde, pero debía abandonar aquella ciudad. Una vez fuera de aquel lugar buscaría un vuelo que me llevara de vuelta a casa. Una vez en casa podría olvidar todo aquello. Pero todo eso no eran más que castillos en el aire.
La policía debía de haberse enterado de algún modo del asesinato de aquella preciosa mujer, pues la estación de autobuses estaba atestada de agentes uniformados. Uno de ellos me dio el alto y me pidió que me acercara a él. En ese momento descubrí que todo estaba perdido. Había una mujer con la que yo había mantenido relaciones sexuales muerta en el hotel en el que yo me alojaba, habría huellas mías por todos lados ya que no fui precavido cuando entré en la habitación de al lado para comprobar su estado. Además llevaba un maletín con una gran suma de dinero. Todo sin contar las historias que se oyen en mi país sobre los policías mexicanos y su justicia. Debía actuar con rapidez. Pero no sabía lo que debía de hacer. De pronto cometí una estupidez. Tiré mi equipaje, agarrando con las dos manos el maletín con el dinero y dando media vuelta mientras corría como alma que lleva el diablo. En mi mente solo había una pregunta. ¿La estupidez es un pecado capital? Entonces oí disparos a mi espalda.