“¡Las palabras! ¡Las simples palabras! ¡Qué terribles son! ¡Qué límpidas, qué vivas, qué crueles! Quisiera uno huirlas, y sin embargo, ¡Qué sutil magia hay en ellas! Parecen comunicar una forma plástica a las cosas informes y tienen una música propia tan dulce como la de un violín o un laúd ¡Las simples palabras! ¿Hay algo más real que las palabras?”
Oscar Wilde
Sí, hay algo más real que las palabras: el miedo que ejercen en aquellos que tienen poder y sienten su tranquilidad amenazada.
Cuando están plasmadas de algún modo: en piedras de arcilla, papel, madera, etc. Adquieren poder, influencia y eternidad. Recordemos aquella frase popular que dice: “A las palabras se las lleva el viento” y yo agregaría “pero si están escritas permanecen a través del tiempo”, y esta característica las vuelve peligrosas. Porque adquieren una fuerza inusitada en todos los sentidos.
Un acuerdo entre dos individuos no es el mismo cuando está sustentado en una promesa oral que cuando está impreso en una hoja de papel y lleva plasmada una firma, si en el primer caso uno de ellos no cumple sólo compromete su honor –que siempre podrá salvaguardar empleando el viejo recurso “es su palabra frente a la mía” sembrando así, la duda. Pero si en el segundo alguno no lo hace, pierde su patrimonio y/o la libertad, en medio de juicios y alegatos desgastantes.
La palabra escrita logra rescatar pensamientos, historia, civilizaciones enteras, a través ella, viajan las ideologías, los conocimientos, experiencias, fantasías y huellas siglo tras siglo. Pero ¿qué pasa cuando amenaza la estabilidad o el bienestar de la religión, el futuro político, la victoria en una guerra, la paz social, la influencia sobre un pueblo o se contrapone al pensamiento del que tiene el poder en ese momento?
El resultado puede ser tan atroz como las batallas sangrientas que se han librado en defensa de la libertad de expresión a lo largo de la historia del hombre. En todos los países democráticos las constituciones y enmiendas destacan la libertad de pensamiento y de ideología, que al final del día se antojan como una quimera.
Viene a mi memoria en este momento la novela de Ray Bradbury “Farenheit 451” cuyo nombre alude a la temperatura en la que el papel de los libros arde y se inflama. Esta obra, cuenta la historia de Guy Montag, un bombero cuya misión es la de quemar libros porque según su gobierno leer hace que la gente sea infeliz. Sin embargo, conforme la trama se desarrolla surge en el protagonista cierta admiración por aquellas personas que defienden con pasión sus ideales y se arriesgan a perderlo todo con tal de conservar sus libros haciéndolo dudar.
En nuestra realidad, la idea de quemar manuscritos “incómodos” viene desde el libro más antiguo del mundo: La Biblia, que en el Libro de los Hechos de los Apóstoles indica que “Bastantes de los que habían practicado la magia reunieron los libros y los quemaron delante de todos”.
La Congregación del Santo Oficio adoptó la medida y ejercía la quema de libros considerados profanos. En 1490, en Salamanca, fueron quemados más de 6 mil volúmenes entre los que se encontraban libros de magia, hechicería y biblias hebreas.
Esta acción se ha repetido una y otra vez a lo largo de la historia de la humanidad. Recordemos el famoso saqueo de Constantinopla en donde los turcos terminaron con cientos de miles de manuscritos contrarios a la fe de Mahoma.
También China padeció la destrucción de todas las obras escritas ordenada por Chi-Huang-Ti en 213 a. de C. para borrar del mapa aquellas ideas que no comulgaran con las suyas y el paso de Confucio por este mundo ordenando, además, asesinar a cientos de sabios inconformes con las medidas adoptadas.
Akhenanton, gobernante de Egipto en 1350 a. de C. acabó con todos aquellos textos relacionados con el culto a los antiguos dioses para que Atón permaneciera a lo largo de la historia. Sin embargo, al morir, fueron sus enemigos quienes destruyeron, entonces, todo rastro de él.
El libro de Pitágoras de Abdera fue buscado casa por casa en Grecia para ser confiscado y quemado.
La Biblioteca de Alejandría construida a lo largo del siglo III a. C. considerada joya del mundo sufrió atentados en diversas ocasiones. La biblioteca llegó a tener más de 700,000 manuscritos que se fueron perdiendo en cada golpe atestado por los victimarios, el más notable de los incendios fue el que se atribuye a Julio César y sus flechas incendiaras que causaron la destrucción de una gran cantidad de volúmenes. Las versiones son variadas, hay quien afirma que en esa ocasión se quemaron 4,000 tomos y otros aseguran que fueron 400,000.
El 26 de agosto de 1992 fue bombardeada la Biblioteca Nacional de Bosnia y Herzegovina, en Sarajevo, sin que se pudieran rescatar los casi 2 millones de volúmenes y 155,000 obras raras.
Durante la dictadura militar en Argentina, el 30 de agosto de 1980, ardieron en Sarandí más de 1.5 millones de obras que pertenecían al Centro Editor de América Latina (CEAL).
Como estos ejemplos hay infinidad de casos, pero ninguno más triste como aquella infamia protagonizada por los nazis en Alemania bajo la coordinación del ministro de propaganda Joseph Goebbels que se encargó de entregar al fuego innumerables textos de escritores judíos y otros que “amenazaban la moralidad e iban contra la disciplina, decencia y nobleza del ser humano”. 20,000 libros seleccionados fueron sacrificados en Berlín el 10 de mayo de 1933 y casi al mismo tiempo, hubo quemas masivas en Bonn, Frankfurt, Bremen, Hannover y muchas otras ciudades de Alemania. Protagonizando así, la muestra más grande de temor hacia lo que puede lograr el difundir el pensamiento de otros.
Muchos de esos escritores fueron perseguidos, llevados a campos de concentración, asesinados y acosados de tal manera que algunos optaron por el suicidio. A continuación, transcribo la extensa lista de escritores afectados de una u otra manera por la persecución del Tercer Reich durante el nacionalsocialismo:
Escritores víctimas de los nazis
- Tadeusz Boy-Zelenski, († fusilado en Lemberg en 1941)
- Helga Deen, († campo de concentración de Sobibor 1943)
- Felix Fechenbach, († cerca de Warburg, asesinado en 1933)
- Else Feldmann, († campo de concentración de Sobibor 1942)
- Anne Frank, († campo de concentración de Bergen-Belsen 1945)
- Julius Fucik, († ejecutado en 1943 en Berlin-Plötzensee)
- Mordechaj Gebirtig, († Ghetto de Cracovia 1942, asesinado a tiros en la calle)
- Peter Hammerschlag, († en el campo de concentración de Auschwitz en 1942)
- Albrecht Haushofer, encarcelado en Berlín y asesinado en 1945 cerca de la cárcel por miembros de las SS
- Georg Hermann, († en el campo de concentración de Auschwitz en 1943)
- Franz Hessel, († Sanary-sur-Mer en 1941, durante la huida, de agotamiento)
- Rudolf Hilferding
- Etty Hillesum, († en el campo de concentración de Auschwitz en 1943)
- Jakob van Hoddis, († presumiblemente en el campo de concentración de Sobibor en 1942)
- Max Jacob,(† en el campo de concentración de Drancy en 1944)
- Milena Jesenská, († en el campo de concentración de Ravensbrück en 1944)
- Jizchak Katzenelson, († en el campo de concentración de Auschwitz en 1944)
- Marcell Klang, († en el campo de concentración de Mauthausen en 1942)
- Erich Knauf, († ejecutado en la prisión de Brandenburg en 1944)
- Gertrud Kolmar, († en el campo de concentración de Auschwitz en 1943)
- Anton de Kom, († en el campo de concentración de Neuengamme en 1945)
- Alma Maria König, († en el ghetto de Minsk, tras ser deportada, en 1942)
- Janusz Korczak, (asesinado en 1942 en Treblinka)
- Paul Kornfeld,
- Adam Kuckhoff, († ejecutado en 1943 en Berlin-Plötzensee)
- Walter Lindenbaum, († en el campo de concentración de Buchenwald en 1945)
- Fritz Löhner-Beda, († en el campo de concentración de Auschwitz en 1942, apaleado)
- Selma Meerbaum-Eisinger, († campo de trabajo Michailovska en 1942)
- Erich Mühsam, († campo de concentración de Oranienburg en 1934)
- Arno Nadel
- Irène Némirovsky, († en el campo de concentración de Auschwitz en 1942)
- Karel Polácek, († en el campo de concentración de Auschwitz en 1944)
- Friedrich Reck-Malleczewen, († en el campo de concentración de Dachau en 1945)
- Ruth Rewald, († en fecha desconocida en Auschwitz, a donde fue deportada en 1942)
- Bruno Schulz, († en Drohobytsch (Ucrania) en 1942; asesinado a tiros en la calle por un miembro de la Gestapo)
- Jura Soyfer, († en el campo de concentración de Buchenwald en 1939)
- Else Ury, († en el campo de concentración de Auschwitz-Birkenau en 1943)
- Vladislav Vancura, († en Prag en 1942, asesinado a tiros)
- David Vogel, († en Auschwitz, presumiblemente en 1944 o 1945)
- Ilse Weber, († en Auschwitz, en 1944)
- Theodor Wolff, († en Berlín en 1943, tras los malos tratos recibidos en la cárcel)
Escritores perseguidos por los nacionalistas
La lista contiene los nombres de escritores que fueron perseguidos, encarcelados, llevados a campos de concentración. Algunos de ellos optaron por el exilio. Algunos fueron a la emigración aun sin haber sido directamente perseguidos, por el clima social que se estaba creando, por discriminación de alguien de su familia o por evitar posibles persecuciones:
Jean Améry
Stefan Andres
Ernst Angel
Bruno Apitz
Rose Ausländer
Kurt Barthel
Johannes R. Becher
Lilly Becher
Richard Beer-Hofmann
Schalom Ben-Chorin
Bertolt Brecht
Willi Bredel
Hermann Broch
Elias Canetti
Elisabeth Castonier
Eduard Claudius
Louis de Wohl
Inge Deutschkron
Alfred Döblin
Hilde Domin
Albert Drach
Fritz Erpenbeck
Lion Feuchtwanger
Bruno Frank
Leonhard Frank
A. M. Frey
Erich Fried
Salomo Friedlaender
Georges-Arthur Goldschmidt
Oskar Maria Graf
Alfred Grosser
Henriette Hardenberg
Walter Hasenclever
Paul Hatvani
Stephan Hermlin
Max Herrmann-Neisse
Stefan Heym
Edgar Hilsenrath
Ödön von Horváth
Richard Huelsenbeck
Walter Huder
Heinrich Eduard Jacob
Georg Kaiser
Alfred Kerr
Imre Kertész
Hermann Kesten
Irmgard Keun
Heinar Kipphardt
Egon Erwin Kisch
Ruth Klüger
Annette Kolb
Siegfried Kracauer
Werner Kraft
Lola Landau
Else Lasker-Schüler
Otto Lehmann-Rußbüldt
Alexander Lessin
Rudolf Leonhard
Primo Levi
Jakov Lind
Fritz Löhner-Beda
Emil Ludwig
Jacques Lusseyran
Erika Mann
Heinrich Mann
Klaus Mann
Thomas Mann y su mujer Katharina Mann
Walter Mehring
Konrad Merz
Frederic Morton nacido en 1924 en Viena como Fritz Mandelbaum
Friedrich Muckermann
Robert Musil
Robert Neumann
Ernst Erich Noth
Balder Olden
Rudolf Olden
Leo Perutz
Jan Petersen
Kurt Pinthus
Theodor Plievier
Alfred Polgar
Gustav Regler
Erich Maria Remarque
Ludwig Renn
Alexander Roda Roda
Joseph Roth
Hilde Rubinstein
Tuvia Rübner
Alice Rühle-Gerstel
Otto Rühle
Nelly Sachs
Albrecht Schaeffer
Hans Sahl
René Schickele
Gershom Scholem
Alice Schwarz-Gardos
Anna Seghers
Oskar Seidlin
Jorge Semprún
Jura Soyfer
Hilde Spiel
Albert Vigoleis Thelen
Ernst Toller
Friedrich Torberg
Kurt Tucholsky
Bodo Uhse
Fritz von Unruh
Herwarth Walden
Ernst Waldinger
Erich Weinert
Franz Carl Weiskopf
Ernst Weiss
Helmut Weiss
Peter Weiss
Franz Werfel
Ernst Wiechert
Elie Wiesel
Christa Winsloe
Friedrich Wolf
Karl Wolfskehl
Paul Zech
Max Zimmering
Hedda Zinner
Arnold Zweig
Stefan Zweig
Escritores que emigraron antes de la llegada de los nazis al poder
Franz Blei
René Schickele
Algunos escritores, especialmente de los que habían ido al exilio, terminaron suicidándose.
- Franziska Becker, († Frankfurt am Main 1942)
- Walter Benjamin, († Port-Bou 1940)
- Carl Einstein,
- Egon Friedell, († Viena 1938)
- Ludwig Fulda, († Berlín 1939)
- Walter Hasenclever, († campo de concentración de Les Milles)
- Jochen Klepper, († Berlín 1942)
- Alice Rühle-Gerstel († México 1943)
- Ernst Toller, († Nueva York 1939)
- Kurt Tucholsky, († Suecia 1935)
- Ernst Weiss, († París 1940)
- Alfred Wolfenstein, († París 1945)
- Stefan Zweig, († Petropolis en Brasil 1942)
Escritores prohibidos.
Isaak Babel,
Henri Barbusse,
Walter Benjamin,
Ilja Ehrenburg
Ernst Bloch,
Bertolt Brecht,
Max Brod,
Otto Dix,
Alfred Döblin,
John Dos Passos
Albert Einstein,
Hanns Heinz Ewers, miembro del partido, pero disidente
Lion Feuchtwanger,
Marieluise Fleißer,
Leonhard Frank,
Sigmund Freud,
André Gide,
Iwan Goll,
Maxim Gorki,
George Grosz,
Jaroslav Hašek,
Heinrich Heine,
Ernest Hemingway,
Georg Hirschfeld
Ödön von Horvath,
Heinrich Eduard Jacob,
Franz Kafka,
Georg Kaiser,
Erich Kästner,
Alfred Kerr,
Egon Erwin Kisch,
Siegfried Kracauer,
Karl Kraus,
Theodor Lessing,
Alexander Lernet-Holenia,
Karl Liebknecht,
Jack London,
Georg Lukács,
Rosa Luxemburg,
Wladimir Majakowski,
Heinrich Mann,
Klaus Mann,
Ludwig Marcuse,
Robert Musil,
Carl von Ossietzky,
Erwin Piscator,
Alfred Polgar,
Erich Maria Remarque,
Joachim Ringelnatz,
Romain Rolland,
Joseph Roth,
Nelly Sachs,
Felix Salten,
Anna Seghers,
Arthur Schnitzler,
Upton Sinclair,
Carl Sternheim,
Bertha von Suttner,
Ernst Toller,
Kurt Tucholsky,
Jakob Wassermann,
Franz Werfel,
Grete Weiskopf,
Arnold Zweig,
Stefan Zweig.(1)
Toda esta persecución, lo que evidencia es que no es el libro en sí lo que resulta peligroso, sino las ideas. No basta con anular el trabajo del autor, sino que se ha ido más allá, hablo de esa lucha ancestral por aniquilar de raíz las ideas, el pensamiento y las teorías, es decir, desaparecer al escritor mismo.
El ejemplo más claro de ello es el caso de Salman Rushdie cuyos “Versos Satánicos” fueron condenados apenas se publicaron, en 1988. El ayatolá Joimeini ofreció en edicto religioso 3 millones de dólares a cambio de la cabeza del autor anglo-indio debido a la blasfemia de su libro, llamando también a la ejecución de sus editores. Debido a esto se organizaron varias protestas y quemas del libro frente a las embajadas británicas, ya que fue Gran Bretaña quien le otorgó la protección a Rushdie. Hitoshi Igarashi, traductor de la obra al japonés, fue asesinado en Tokio, y el traductor italiano fue golpeado y apuñalado en Milán. El editor noruego, William Nygaard, tiroteado frente a su casa en Oslo y 37 personas murieron en un hotel en Sivas, en Turquía, al ser quemadas por manifestantes que protestaban contra Aziz Nesin, traductor de Rushdie al turco.
En 1998, el gobierno iraní se comprometió, en el marco de las negociaciones para normalizar las relaciones entre Irán y el Reino Unido, a cesar en la búsqueda de la ejecución de Salman, sin embargo, la fatwa no puede ser retirada más que por aquel que la expidió, y como sabemos, Jomeini ya murió, por lo cual, aún existen grupos fundamentalistas que la consideran válida.
Punto y aparte en cuanto al tema de la prohibición de lecturas es el que concierne al INDICE DE LIBROS PROHÍBIDOS llamado también Index Librorum Prohibitorum el Expurgatorum. Es la lista que la Iglesia Católica formuló con los nombres de libros perniciosos para la fe que corrompían, con sus ideas erróneas, a los fieles.
Se creó el 17 de agosto de 1559 y permaneció en activo hasta 1966. Muchos escritores, fueron catalogados como herejes por la Congregación del Santo Oficio. Durante la inquisición, consultar los libros señalados en el Index era una falta que se castigaba severamente y en la que, incluso, iba de por medio la vida. Por increíble que parezca, hasta la Sagrada Biblia estaba en la lista y su lectura estaba restringida a unos pocos que tenían la dispensa para su lectura.
De esta manera, El Estado controlaba los materiales bibliográficos otorgando permisos para su impresión. En 1502, se ordena a los libreros, mercaderes, impresores y autores presentar toda obra realizada para su aprobación y revisión. Aunado a esto, se hacían inspecciones periódicas en bibliotecas y librerías para eliminar las obras incómodas y exponer a quienes poseían libros prohibidos. Solo los inquisidores, obispos y algunos elegidos por la iglesia misma podían leer los libros prohibidos.
La lista negra, contenía nombres de autores prohibidos en su totalidad, obras aisladas y capítulos, fragmentos, frases o palabras que debían ser eliminadas antes de poner los libros frente a los lectores. Al final, la lista era presentada al Papa quien podía indultar a algún autor o añadir a otro que no estuviera señalado, como sucedió con el escritor Lamennais en 1834, que en su obra “Palabras de un creyente” atacó el uso de la fuerza y descalificó al Papa considerándolo un renegado.
El index no hizo distingos entre pensadores, científicos, médicos o literatos. Los únicos que no eran considerados eran los autores ateos u hostiles a la iglesia porque sus lecturas eran prohibidas por sí mismas. Según ellos, el objetivo era crear conciencia en aquellas posturas que resultaban contrarias a la doctrina eclesiástica. El mejor ejemplo del conflicto entre la autoridad y la libertad de pensamiento en la sociedad occidental fue el caso de Galileo Galilei con su libro “Diálogo sobre los principales sistemas del mundo” en el que intentaba probar que la tierra giraba alrededor del sol y que lo llevó a ser juzgado por la Santa Inquisición y condenado a prisión de por vida, además de que lo obligaron a pronunciar la fórmula de abjuración que el Santo Oficio preparó.
Durante muchos años, aún después del decreto que instaba a no seguir renovando el Index, en 1966, resultaba casi imposible encontrar copias de los libros señalados en países de Europa.
Algunos autores notables cuya obra completa integraba la lista son:
Erasmo de Rotterdam (1500)
René Descartes (1633)
Thomas Hobbes (1649-1703)
David Hume (1761-1872)
Émile Zola (1894-1898)
Anatole France (1922)
Henri Bergson (en 1914)
André Gide (1952)
Jean-Paul Sartre (1959)
Entre los libros específicos se encontraban:
Amar y sufrir o su vida, de Santa Teresa de Jesús
Ensayos de Michel de Montaigne (1676)
The arrangment de Francis Bacon (1668)
Los libros filosóficos de René Descartes (en 1663)
Pensées, avec les notes de Voltaire de Blaise Pascal (1789)
Pamela o la virtud recompensada de Samuel Richardson (1740)
El contrato social y Emilio, o De la educación de Jean-Jacques Rousseau
Kritik der reinen Vernunft de Immanuel Kant (1827)
Historia de la Decadencia y Caída del Imperio Romano de Edward Gibbon (1873)
Justine y Juliete del Marqués de Sade
Science de l'homme de Claude Henri Saint-Simon
De l'Allemagne de Heine (1836)
Los Papas romanos, su Iglesia y su Estado en los siglos XVI y XVII de Leopold von Ranke (1837)
Le Rouge et le noir de Stendhal (1848)
Cours de philosophie positive de Auguste Comte (1864)
Los miserables y Nuestra Señora de París de Victor Hugo (1834-1869)
Algunas obras de Alexandre Dumas (padre) (1863)
Las novelas de George Sand (1840)
Principios de economía política de John Stuart Mill (1856)
Gran Diccionario Universal de Pierre Athanase Larousse
Madame Bovary de Gustave Flaubert (1864)
Varias obras de Alexandre Dumas (hijo) (en 1963)
Prólogo de Emilio Castelar a la Historia general de la masonería de G. Danton
Las novelas de Gabriele D'Annunzio (en 1911)
Entre los libros de autores inciertos se encontraba:
Lazarillo de Tormes, Anónimo. (2)
Entre las frases suprimidas hubo recomendaciones de todo tipo, alguna de las cuales se le hizo a Cervantes por una frase del Quijote: “las obras de caridad que se hacen tibia y flojamente no tienen mérito ni valen nada” Capítulo 36, segunda parte.
El Index fue abandonado definitivamente durante el papado de Juan XXIII y su sucesor Paulo VI dentro de los preparativos del Concilio Vaticano II.
Por fortuna, existen algunos grupos interesados en promover la lectura y rescatar del olvido sobre todo a esos textos que están condenados a permanecer en las sombras por no ajustarse al pensamiento de una persona o un grupo específico. Los bibliotecarios norteamericanos, por ejemplo, apremian a los usuarios a leer los libros censurados otorgándoles a estos ejemplares los lugares destacados en sus instalaciones.
De la misma forma, la American Library Asociaciation (ALA) dedica la última semana de septiembre a recordar los libros que han sido víctimas de la intolerancia, la censura y la prohibición dentro de los actos que organiza la Banned Books Week. La oficina de la ALA recibe más de 500 denuncias sobre libros perseguidos cada año.
No puedo terminar este artículo sin mencionar el Monumento a la destrucción de los libros, por excelencia: La Biblioteca Sumergida, obra del maestro escultor israelí Micha Ullman. Está edificada bajo los adoquines de la antigua plaza de la Ópera, en Berlín, ostentando blancos anaqueles con capacidad suficiente para albergar 20,000 volúmenes, con la salvedad de que cada uno de éstos lugares permanecen vacíos como símbolo de lo ocurrido aquel 10 de mayo de 1933, sobresale una placa con una cita del poeta judío Heinrich Heme “Aquí donde queman libros, terminan quemando hombres”
Desgraciadamente, la censura y la destrucción de la palabra escrita no ha terminado, y mientras exista el fanatismo y la ambición nunca lo hará. Hoy en día no solo golpea a las ideas impresas en papel, sino que alcanza también a las páginas de Internet. Se extiende hacia los periodistas y acaba con miles de soñadores de la palabra que fenecen con la esperanza de que sus ideas y letras logren prevalecer y llegar hasta su destino a pesar de las llamas de la infamia y la persecución, pues aprovechando la frase célebre de Galileo Galilei y su famosa abjuración con respecto al movimiento de la tierra alrededor del sol: las palabras escritas han sido destruidas desde tiempos inmemoriales… y sin embargo, se mueven.
Datos obtenidos de la página Tercer Reich.com
Lista reproducida de la página de Wilkipedia. La enciclopedia libre. Libros Prohibidos es.wikipedia.org/.../Index_Librorum_Prohibitorum
FUENTES CONSULTADAS:
-Hispavista foros. “Genios prohibidos por la secta católica” Anónimo
“Libros prohibidos por la Inquisición en España” Anónimo.
-Portalplanetasedna.com.ar “historia de los libros prohibidos”
www.portalplanetasedna.com.ar/quema_libros.htm
-El documentalista enredado (2004-2010) “Libros prohibidos en el siglo XXI”
www.documentalistaenredado.net/.../libros-prohibidos-en-el-siglo-xxi
- www.tercer reich.com
-Wikipedia. La enciclopedia libre.
es.wikipedia.org
-Oscar Wilde. Obras Completas. “El retrato de Dorian Gray”. Editorial Aguilar. 1991.
-Enciclopedia de Grandes personajes. Editorial Nauta. 2002.