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Como todos los viernes, los dos hermanos se encontraron en el apartamento del menor de ellos y se dispusieron a degustar unos tragos e intercambiar ideas. Así era siempre. Desde su adolescencia se acostumbraron a compartir en el fin de semana tragos y compañía; cuando había chicas pues bebían con ellas y si alguno de los dos ligaba con una, el otro, prudente, se iba para otro sitio y los dejaba en el apartamento.

Muchas anécdotas eran compartidas, otras, personales, se comentaban al calor del licor y la música que atronaba en el equipo de sonido. No tenían un gusto específico y todo lo que sonara, pero con letras de amores y sufrimientos, acompañaba las horas eternas de libaciones. No siempre las borracheras eran divertidas, en no pocas ocasiones los hermanos (Gustavo y Jairo) se trenzaron en horas de discusiones por diferentes puntos de vista relacionados con el deporte, la política, la religión o las mujeres.

El día de esta historia Jairo y Gustavo comenzaron a beber muy temprano, desde las ocho o nueve de la mañana, las noticias no son precisas, y después del medio día decidieron subir al apartamento ubicado en un sexto piso. Allí se calmaron un poco los ánimos y comenzaron los abrazos y las lágrimas. Algo, nunca se supo qué, llamo la atención de los hermanos y se asomaron al balcón que daba sobre un pequeño parque con árboles y, plantas ornamentales y sitios con prado para que los enamorados se recostaran a decir frases de amor y acariciarse.

Los hermanos empezaron a silbar a las parejas que estaban en el parque y con motivo del arreglo sobre el altercado destaparon otra botella y continuaron bebiendo… uno de los dos perdió el equilibrio y comenzó a trastabillar en dirección al espacio abierto, el otro, al tratar de ayudarlo, se abrazó a su hermano y ambos cayeron al vació desee una altura de unos diez o doce metros. Jairo cayó sobre el duro cemento y Gustavo sobre él pero rodó a un prado donde quedó sin sentido.

Cuando llegaron los Cuerpos de socorro, dictaminaron que Jairo había muerto de manera instantánea; a Gustavo o trasladaron de urgencias a una clínica, en estado de coma, en la cual permaneció durante sesenta días; de allí salió en silla de ruedas y con pronóstico reservado… unos meses más tarde, cuando se sintió mejor, entró en una tienda y pidió media de aguardiente, para celebrar su buena suerte…. Pocos días después se asomaba desde el balcón, completamente borracho, para seguir el  camino de su hermano.

Tomado de mi nuevo libro HISTORIAS EBRIAS

Edgar Tarazona Ángel
http://edgarosiris310.blogspot.com

 

2011 MINICUENTO

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