Los jóvenes reunidos alrededor de la fogata me pidieron que les contara alguna historia que les impactara, de esas que recorren los ranchos del campo uruguayo…
Según la leyenda, les dije, el séptimo hijo varón que no halla sido bautizado por su hermano mayor, será, a partir de la pubertad, un lobisón.
Esto significa que el infortunado estará condenado a tomar la forma de algún animal del campo (el primero que vea), durante las noches de luna.
Nunca creí en eso, de hecho me parecía bastante tonto.
Una de las jóvenes me preguntó: ¿o sea que usted jamás vio nada?
Bueno, explique, una vez siendo aun muy joven, regresé con mi padre del campo ya entrada la noche, cuando mi madre nos previno de un perro enorme que se había metido debajo de la cama de ellos. Mi padre intentó de mil formas sacarlo de allí sin lograrlo. Entonces nos pidió a mi madre y a mi que saliéramos al patio un momento. Desde allí oímos el estampido de su revolver y un momento después, vimos salir a mi padre que arrastraba al perro con un tiro en la cabeza. Nunca olvidaré esa noche y la imagen del canino con su boca abierta y su lengua saliendo por un costado de su boca. Entonces otro joven me interrumpió: y ¿qué tiene de raro un perro muerto?
"Es que alcance a ver claramente una de sus muelas con una incrustación de oro"...