Ya sabía leer y escribir cuando en mi casa me dijeron, la próxima semana va al colegio federal a cursar el primer grado. Mi curiosidad por enterarme lo que decían aquellos libros ilustrados con figuras a todo color que tanto apreciaba el padre Marcos despertó en mí el deseo de aprender a leer, a leer corrido, como afirmaba el modesto cura del pueblo.
Aquella semana de espera se me hizo tan larga, que cuando me encargaban algún mandado me tardaba más de lo acostumbrado, hasta llegue a extraviar el dinero del vuelto de la compra en la bodega. El tiempo lo pasaba sentado en la acera frente a la escuela, imaginando lo mucho que aprendería en aquella vieja casona donde ya estudiaban mis amigos de más edad.
Llegado el tan esperado día me levante muy temprano, cumplí mis tareas hogareñas de lo más diligente, luego después de un baño y enfundarme en mi nuevo uniforme, me lance a la calle en busca de los nuevos conocimientos que lograría en mi nueva escuela. Después de cantar el himno patrio y en marcial formación fuimos pasando por grupos a los distintos salones que correspondían al grado a cursar. Cuando estuvo cada uno ubicado en su respectivo pupitre, nos dijo el señor director: Estimados alumnos, les voy a presentar a la que desde hoy será su maestra, espero colaboren con ella. La nueva maestra con una dulce sonrisa nos dijo en tono amable: mi nombre es Carmen Edelmira y este es mi primer trabajo como maestra normalista, saludos y un beso para cada uno de ustedes.
Enseguida me di cuenta que lo que no era normal, era lo que me estaba sucediendo en aquel primer encuentro con aquel ángel destinado a impartirme educación. Cada uno de los alumnos nos fuimos identificando, cuando me toco mi turno, estaba no sé si emocionado o temeroso; entre dientes pude pronunciar mi nombre, luego recuerdo que me pregunto, ¿edad? Siete años, respondí. Sin duda el tiempo ha pasado, hoy puedo responder lo mismo a la misma pregunta pero agregando un cero a la derecha del siete. Un día de clase nos explicó la rotación de la tierra y el motivo por el cual se produce la noche y el día. Para mí a pesar de mi corta edad, el día era poder estar cerca de ella en el salón de clase y la noche seguirla mirando en mis sueños infantiles.
Sin duda, mi primer amor fue Carmen Edelmira mi maestra de primer grado.
A.M.