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Dice el horóscopo que hoy será un día muy especial, que conoceré al ser más  importante de mi vida; lo demás normal, tengo tres puntos en el amor, es  mucho teniendo en cuenta que no tengo pareja, salud cinco, bueno, no me  encuentro mal y dinero siete, tengo que admitirlo, el astrólogo se ha  equivocado, al menos en esta cuestión.  

Dejo la revista en su revistero junto con las demás, para que se hagan  compañía y no estén tan solas mientras nadie, yo, las lee, pasado el tiempo  servirán para crear más papel, tienen un buen final, evitarán en poca medida la  tala de algún árbol, pero aunque sea poca menos es nada.   Echo el doble cerrojo, los intrusos no tienen por qué conocer mi casa,  además no está en buenas condiciones de recibir visitas, el polvo es mi nuevo  acompañante y no quiero compartirlo con nadie, lo sé, el egoísmo no es una  virtud, pero sólo lo quiero para mí, a no ser que encuentre a ese ser especial  del que me habló el horóscopo y digo yo ¿Dónde estará?.  

En la acera un gato destartalado me ronda dando vueltas alrededor de mis  pies, intento echarlo, pero me sigue, casi no puedo caminar, el muy canalla  parece que quiere ponerme una zancadilla sin dejarme respiro.  

-¿Qué te pasa? ¿Te has perdido?.  

No me contesta, sólo clava sus enormes ojos, más bien de sapo que de gato,  sobre los míos y emite un “miau” de lamento intentando decirme algo.  

-Gatito, no te digo bonito porque no lo eres, no me persigas.  

Pero él insiste en obstruirme el paso, su rabo erguido me hace cosquillas en  las pantorrillas y tengo que detenerme, cerca hay un banco y me siento,  conservo la esperanza de que se vaya, mi esperanza se desvanece, aquel gato  sigue ahí, mirándome y maullando, brinca ágilmente, se sienta a mi lado y  luego se acurruca, emite el típico ronroneo gatuno de felicidad, me acerco más  a su cara, me percato que le falta la mitad de una oreja, abre la boca en un  bostezo y me sorprendo al no verle colmillos, la tristeza me visita y me  compadezco del pobre gato, lo acaricio con toda la ternura que puedo, este  gato es selectivo y adopta una postura para que le acaricie la barriga, lo nunca  visto, decido levantarme y seguir caminando, como me temía ahí sigue,  paseándose entre mis piernas.  

Retorno al dulce hogar junto con aquel gato desaliñado y pesado que se ha  convertido en mi admirador, dejo que cruce la puerta, me deja de lado y saluda  a mis muebles rozándose con ellos, impregnándolos de su ser, vuelve a  clavarme su mirada y a emitir un maullido lastimero; los dos sabemos que se va  a quedar, me pierdo en sus pupilas dilatadas y recuerdo el mensaje que me ha  dejado para hoy el horóscopo ¿Será este gato ese ser tan importante? ¿Quién  me dice que no lo sea?  

María del mar San José Maestre

24 de noviembre de 2001

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