En Madrid, en las pascuas navideñas pasadas todo era asunto de amor. Todo, todo, todos, incluida la gitana de la esquina, quien lleva aun las lentejuelas de la navidad adherida al rostro y es amor que se pega, pues hoy, el tipo del octavo, derecha, me dijo al salir del ascensor:
¡HASTA LUEGO! y cuando subí al metro... ¡ALGUIEN ME SONRIÓ!