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     Miro al cielo y me susurra entre las brisas inquietas que extraña esos tiempos donde solo su vestimenta azul se perfumaba de las mejores fragancias que la tierra y la naturaleza le regalaba, donde solo las aves lo adornaban y las nubes eran blancas limpias y puras como la mirada inocente de un recién nacido al primer contacto con los ojos de su madre.

    Tiempo después llegó el hombre, talando y quemando árboles, deforestando miles y millas de selvas, junglas y bosques exuberantes llenas de vida, sacrificando animales y cuerpos humanos solo para agradecerle a un ser por los favores concedidos. Luego llegaron las guerras y mi vestimenta se tornó grises oscura y triste, olores de la muerte volaban e impregnabas mis vestimentas con tanta tristeza, más de 315.000 mil años han pasado desde su llegada y nada ha cambiado, guerras y guerras,  los buenos actos de voluntad salen del espíritu y almas dolidas por tantán inclemencia, por ver la tierra y el cielo herido, nunca entendieron la razón y magnitud del sacrificio del gran diluvio para que se diesen cuenta del todo el daño que seguían haciendo.

    Nunca es suficiente para ellos, han osado con perforar mis vestimentas con sus pruebas de bombas nucleares y matando miles de su propia especie por intereses políticos y económicos, sus industrias hidrocarburo y sus gases de dióxido de carbono  han creado lágrimas ácidas que destruyen y vuelven a mi tierra árida, infértil y sin vida. Cuantos siglos más, cuantas centurias más seguiré aguantando, algún día todo ello cambiará y ellos se darán cuenta del mal que me han hecho y a mi tierra en la que habito y habitan.

  Y allí yo escuchando me sentí avergonzado y culpable a la vez. El susurro del viento y el cielo me contaban tantos detalles, sentí su dolor y  empatía; mi alma dolida al ver tanta miseria humana mis palabras fueron la voz del cielo y mi mano el instrumento de enlace para llegar a todos mis hermanos.

  Quizás nunca será suficiente, quizás algún día entremos en razón, quizás las antiguas leyes se repitan, la ley de talión del ojo por ojo, diente por diente se habiliten, tanto daño haces, tanto daño deberás pagar, quizás así el Homo sapiens entre en razón.    

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