En medio de tanta turbulencia noticiosa, también se cuelan ciertos hechos curiosos que se salen del formato del bochinche cotidiano de la política, el deporte, la farándula, etc, que nos sacan por unos segundos de nuestra dura realidad exterior y nos permiten reflexionar y muchas veces nos obligan a cambiar el foco de nuestra mirada llevándolo hacia nuestro interior.
Una de esas noticias da cuenta de una humilde señora inglesa que hace muchos años recibió un sencillo anillo como regalo de un pretendiente; dice la crónica que esta dama usó esa alhaja todos los días de su vida y en todas sus actividades como ir al mercado, realizar tareas domésticas y de oficina, etc. Hasta aquí, nada anormal, todo común y corriente.
Hasta que un día la señora cayó en cuenta de lo bien que lucía su anillo después de tantos años; luego de tanto uso indiscriminado la joya no había perdido su brillo y color originales. Extrañada la señora se cuestionó cómo era que una baratija de esas no se deterioraba con tanto tiempo y tanto trabajo. Por esta curiosidad llevó su sortija a una tienda especializada para hacerla examinar y para que se la valorarán. ¡Oh sorpresa…!...
Ergo la tal baratija resultó ser una joya original y fue avaluada en $700.000 libras esterlinas, poco más o menos un millón de dólares…
Así mismo nos sucede a muchos de nosotros con dones y talentos que, por atender a nuestra realidad material, no sabemos identificar, o fácilmente los mantenemos reprimidos a lo largo de toda nuestra vida; “tenemos tesoros escondidos en la vasija de barro”. Algunos descubrimos una o varias virtudes después de muy adultos pero, indiscutiblemente, también muchas de ellas se irán con nosotros a la tumba…