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   Cuantas historias ha contado mi padre, ya a sus 84 años, siempre nos cuenta las mismas cosas  y nosotros le prestamos atención como si no las supiéramos. Muchas veces lo he escuchado hablar de su madre, aquella infeliz mujer que se casó enamorada e ilusionada, sin saber el triste futuro que le esperaba, una vida de esposa traicionada, que solo fue utilizada para parir un hijo cada año, muchos de los cuales vio morir por falta de atención medica antes de cumplir el primer año de vida.

   Recuerda mi padre cuando nacieron algunos de sus hermanos mas pequeños y también el día en que mi abuelo ordeno a sus dos hijos mayores, que fueran a casa de un vecino a buscar una cosa llamada siquitraque, cuando el les pregunto para que era eso, le dijeron:

   - Es para hacer un hueco y enterrar el muchachito que nació muerto.

Él se quedo esperando para ver, sus hermanos lo engañaron, era para enterrar la placenta, pues su mama había tenido un niño, que estaba vivo.

   Mi abuela se llamaba Elisea (de ella heredé mi segundo nombre, que llevo muy a gusto) mi padre la quería mucho, él tiene siempre muchos recuerdos tristes de su niñez, especialmente de su madre, a mi no me gusta que se torture recordando, pero parece que a el le complace hacerlo.

   Hoy escuché algo que increíblemente nunca nos había contado, es una historia muy triste, pero muy linda que quisiera conozcan otras personas. 

   Estando ya mi abuela muy enferma, ya sin fuerzas, después de haber tenido más de diez hijos, sin atención médica y con poco más de 35 años de edad, un día le dijo a mi papa.

   - Raúl, si tu pudieras comprarme un calderito chiquito de esos que son esmaltados con tapa para que me cocinen el caldo, y comerlo allí mismo.

   Mi papi tenia solo 11 años y sin decir nada salió a la calle y recogió estiércol de vaca y fue tocando en las puertas de las casas, donde el veía que tenían plantas de flores en los balcones y les vendía el material para abono, así reunió 15 centavos y le compró el calderito a su mama, es decir que pudo complacerla, aunque poco tiempo después ella se fue para siempre y él lloró solo en un rincón sin que nadie lo consolara.                                                             

   Eran aquellos años muy difíciles y después de quedar huérfano de madre a tan corta edad, tuvo que trabajar de criado en casas de familias de dinero, ganando $l al mes, para ayudar a alimentar a sus hermanos menores y cuenta que pasados unos años trato de reunir $40  para poner los restos de la madre en una cajita pequeña donde pudieran conservarse dignamente pero que nadie lo ayudo y que el solo no pudo hacerlo.

   No he podido evitar el sentir una profunda angustia en mi pecho y que las lágrimas corrieran por mis mejillas mientras trataba de organizar mis ideas para escribir estas cosas.

   La admiración y el amor que siempre he sentido por mi padre hoy se han multiplicado.

   Yo no conocí a esa noble señora, pero quisiera poder decirle cuanto la admiro y darle las gracias por ese hijo que ella procreo para que un día fuera mi padre.

   Mi papi, a pesar de todo lo que paso en su niñez, se abrió camino en la vida con su inteligencia y su honradez, estudiando por libros en las noches después de terminar el trabajo  llego a ser ingeniero sin ir a la universidad.

Fin

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