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La cotidianidad es repetir y repetir inconsciente/ hechos y palabras que terminan por volverse una costumbre, una forma de vida que, precisamente por eso, por hacer parte de la cotidianidad, no se sabe cuándo, cómo ni dónde empiezan y, lógicamente que como el tiempo pasa tan rápido, no alcanzamos a identificar cuándo, cómo ni dónde terminan.  Sin embargo,  la vida en su infinita generosidad nos envía constantemente algunas señales que procuramos ignorar hasta que por fin, la misma noble vida se vuelve, o mejor la volvemos, obstinada y testaruda y nos asesta un golpe que nos resulta imposible pasar por alto debido al inmedible dolor que nos ocasiona.  No es una característica que se defina en un grupo en particular de la incontable lista de la estratificación social, cultural, racial, sexual, etc…, esta es una condición inherente a la vida misma, lo vemos en toda la creación, la naturaleza en su infinidad de formas es un repetir constante de normas y costumbres que inicialmente se rehúsa a cambiar pero que al final claudica y se doblega puesto que los cambios son indispensables para la evolución.  Por eso el ser racional llega al momento en que se ve obligado a comprender que si no cambia por sí mismo, llega otra persona a cumplir la cruel misión de realizar esa mutabilidad que se ha estado reprimiendo. 

Pues bien, esto fue lo que le sucedió a Flor.  Yo conozco a Flor de toda la vida, he sido desde siempre muy allegado a su familia y a su casa.  Yo soy testigo de primera mano de la entrega y devoción con la cual se dedicó a  consumar esa admirable labor de orientar a su hermanita menor, María.  Huérfanas de madre desde niñas, estas dos hermanas quedaron solitas con el papá, un hombre humilde, trabajador del campo y con escaso conocimiento intelectual, pero, eso sí, de lejos el mejor papá del mundo.  Como el papá se iba de madrugada a trabajar y regresaba al caer la tarde, la custodia de la casa y de la pequeña María quedaba exclusivamente bajo la responsabilidad de otra niña, de Flor que a duras penas contaba los 9 añitos de vida.  Esta circunstancia hizo que Flor haya definido persistentemente la vida de María; para lo malo tanto como para lo bueno, Flor ha decidido por su hermana menor.

Las cosas simples y las cosas importantes que formaron la vida de María han sido diseño y construcción de Flor. Pero también Flor se acostumbró a esto de meterse permanentemente en la vida de María.  Flor fue siempre autoritaria y mandona, pero María nunca antes lo había notado, es más, si alguna de las personas cercanas a esta familia tratamos, de manera directa o indirecta, de hacérselo saber y entender, ésta se enojaba y defendía a Flor contundentemente.  Pero los acontecimientos de la vida cambian y nos cambian; sin embargo, las emociones irracionales nos impiden darnos cuenta de ello, tal vez porque la costumbre nos hace callo en el alma.

Y eso fue lo que pasó.  Los escenarios de vida de este para de hermanas cambiaron espontáneamente y con ello, como es lógico también, cambió radicalmente esta costumbre, evolucionando de manera drástica su estilo de vida tan fraternal como monótono, arrasando consigo el cofre que guardó y contuvo los más puros y nobles sentimientos para dar entrada y cabida a…

Un hombre, si, un buen hombre hizo el gran milagro de desatar este apretado nudo que se ató durante toda la vida de Flor y de María.  Pero no se trata de una banal rivalidad entre mujeres, no; se trata de una cruel venganza del destino que le está cobrando a Flor el hecho de no haberse ocupado de realizar primero su propia vida y que hoy la castiga sometiéndola a un cruel aislamiento, con el frágil y mezquino argumento de que esta, Flor, habla muy poco y el caballero se siente muy mal compartiendo con ella en su casa.

Encerrada en el inmenso abismo de los miedos propios que se derivan de la infame y sorpresiva soledad, Flor encuentra algún consuelo repasando algunos acontecimientos, simples o significativos, con los cuales se metió de manera descarada y petulante en la vida de la sumisa y humilde María.  Quizás de manera consciente Flor tan solo menciona aquellos casos que todos calificaríamos de bueno, pero esto también es humano y eso lo hace válido, porque, sin entrar a discutir quien tiene la razón, Flor está herida de muerte; su otrora soberbio e insensible corazón hoy no es más que un indefenso órgano que lacerado se desangra.

Flor cuenta como, cuando andaban por los 6 y 7 añitos, relativamente, doña Ana, la mamá de ambas,  por castigo amarró a María a un poste de la casa y que entonces ella, Flor se metió en la vida de su pequeña hermanita para salvarla de  la dura sanción.  Obviamente, ahora la penalizada fue Flor, porque doña Ana al darse cuenta de esta acción la amarró a ella, a Flor, al mismo poste y con la misma cuerda.

Flor también recuerda que, al morir doña Ana, el papá las llevó para su casa paterna y que allí una tía, hermana del papá, le pegó a María y cómo ésta, Flor,  se enfrentó a la señora reclamándole la hostilidad con su hermanita y que retándola le dijo: “venga pégueme a mí”.    Obviamente, el papá al enterarse de esto sacó a sus muchachas de esa casa y se las trajo para la suya.  Este hecho representó una enemistad para toda la vida entre Flor y la tía, tan solo por el grave y cotidiano error de meterse en la vida de la dócil María.

Transcurre la adolescencia durante la cual era recurrente el error de Flor de meterse en la vida de la manejable María y por eso cuando ya llegaron a la edad adulta, la mayor de estas dos hermanitas empezó a cuestionarse sobre lo que sería la vida futura de la menor, preocupada por el hecho de que su hermanita menor no quiso estudiar  y no dejaba ver gusto o aprecio por algún talento.  El hecho es que Flor se metió tanto en la vida de la resignada María que le descubrió su instinto de enfermera.  Y así fue, la metida Flor logró que María haya sido una excelente y apetecida enfermera, dedicada al cuidado de ancianos con una devoción y entrega francamente admirables.

La mayor gracia de Flor no es precisamente un cuerpo armonioso, todo lo contrario, María sí ha tenido y conserva una bella figura.  Consciente de ello Flor, lejos de envidiar a su hermana por este don, toda la vida se ha metido en la vida de la mansa María escogiéndole la ropa adecuada para que luzca su don de manera elegante y adecuada.  En su medio laboral María se destaca, además, por su buen gusto al vestir, buen gusto que no es de ella, dicho sea de paso.

Pero si hay algo en lo que son totalmente distintas estas dos hermanas, es en la expresión de sus emociones, pues mientras Flor es una mujer explosiva que grita, ofende y hiere aunque luego tenga que pedir perdón; María en cambio, reprime todas sus emociones e inquietudes.  Irrefutablemente esta condición deriva en una excelente salud de Flor y constantes enfermedades crónicas en María.  También en esto Flor se metió en la vida del corderito María, endémicamente ocupándose de orientarla a descubrir las emociones reprimidas que por algún tiempo le ocasionaron una angustiosa artritis reumatoide que le dejó secuelas serias en la mandíbula.  Teniendo en cuenta esta dificultad, Flor le sigue pelando el mango que tanto le gusta a María y que se le hace difícil arreglárselo ella misma.

Flor consciente de que el internet es un medio de comunicación forzoso en este nuevo mundo y sabiendo que su hermanita menor no estaba capacitada para ello, nuevamente se metió en la vida de la dúctil María y se ocupó de enseñarle el uso de esta herramienta tan moderna pero tan desconocida para la menor de las hermanas.

Por eso hoy en día, cuando soy testigo de la innecesaria y perversa fractura que se ha ocasionado en la relación de estas dos hermanas y echándole un repaso a sus vidas casi entiendo que María no haya sido capaz de decirle a Flor la terrible y común frase “no se meta en mi vida”…  conociéndola, comprendo su fidelidad cuando le dijo “Yo No Me Meto En Su Vida”…

 

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