Ir a: El peregrino de la nada (5)
Capítulo 5: “La promesa del Peregrino”
De inmediato el sol se ocultó y la oscuridad reinó en el lugar. Un escalofrío recorrió el cuerpo del Peregrino, alcanzó a vislumbrar una cava próxima donde él se encontraba, pero, la inmovilidad se hizo cargo de su cuerpo. Sin poder caminar, en medio de la nada que lo rodeó y al final lo vencía. “Es mi final” reflexionó. E inmediatamente tratando de contener el miedo que le cercenaba sus movimientos corporales, caviló sobre algunos conceptos que lo calmaron mientras se prolongaba el fenómeno de la naturaleza.
-¿Dios es vengativo? Acaso ¿No es lo que dicen las Escrituras?¿Por qué necesita vengarse si he hablado con la verdad? He sido sincero con El. No puede hablar de venganza cuando El es amor ¿Es así? – se preguntó con ciertas reservas.
De pronto, volvió todo a la normalidad, la oscuridad desapareció, el sol volvió a brillar, el paisaje no sufrió alteración. Entonces el Peregrino comenzó a caminar hasta encontrar un arroyo, sintió alivio, tenía sed, ansias de beber, se arrojó al agua cristalina. Sobre la superficie del agua, el Peregrino pudo ver su rostro, había sufrido una transformación. Su cabello se tiñó de canas y una barba abultada de la misma tonalidad que su cabello. Había envejecido de pronto.
Lavó su cara y luego tomó asiento en una roca, levantó la cabeza y después de suspirar, exclamó:
-¡Señor…! ¿Qué pretendéis de mí?
El Peregrino ¿había abjurado de sus ideas?
-No – profirió con un grito desgarrador – No…estoy aferrado a mis ideales de libertad, sin Dios que juzgue mis actos.
Pero no obtuvo respuestas.
“¿Qué hacer?” se preguntó el Peregrino. Nada había cambiado, excepto su aspecto físico. Había envejecido súbitamente.
¿Una señal?
¿Un castigo?
¿Una revancha?
Nada parecía tener lógica para el Peregrino. Estaba envuelto en un torbellino de contradicciones, de saltos tempo-espaciales. A ciencia cierta ya no sabía en qué lugar ni en que tiempo se encontraba.
Todo giraba a su alrededor nuevamente, el arroyo desapareció, la roca donde él se sentó se evaporó, tal como si esa roca maciza hubiera sido de hielo.
-No- imploró – no de nuevo.
-Habéis visto la oscuridad –se escuchó la voz nuevamente – así está vuestra conciencia Peregrino. Primero visteis la luz. La Luz es la esperanza, significa que la vida está en vos. La oscuridad representa la nada a la que tanto te aferráis ¿Qué elegís?
-¿Por qué me presionáis? – Respondió el Peregrino – si mi conciencia ha sido oscura, tal como vos lo decís, yo no he vivido tan mal en ese estado. Desde aquella extraña aparición de un enviado vuestro, he vivido momentos de zozobras, no he visto la luz desde entonces, sólo complicaciones a mi pobre existencia.
-El enviado representa la maldad, el ángel vengativo, réprobo, No ha sido el Enviado, Peregrino. El mal que lleva dentro de sí, se apoderó de su alma. Entonces – advirtió la voz - ¿Qué elegís, Peregrino?
Rendido, tal vez temeroso, había experimentado una situación muy traumática, elevando sus brazos cayó de rodillas y exclamó:
-¡Hágase la luz!
-Verás – dijo la voz – que todo cambiará a partir de ahora. Seguidme - concluyó.