Lanzar (piedras, zapatos, dardos, piropos, flores), verbo infinitivo de mucha acción terminado en “ar” que significa: arrojar, despedir, echar, expulsar, proyectar objetos a un destinatario elegido. Si hablamos de lanzar (Rocas, piedras y ladrillos), nuestros antepasados de la prehistoria, cuando solían cazar animales para alimentarse, después que la presa caía en la trampa, la remataban lanzándole piedras grandes y pequeñas hasta que ésta moría contusa. Esto mismo, hacían para defenderse de sus enemigos imprudentes, que querían instalarse desalojándolos de su cueva o junto a la fuente de agua fresca. En hordas salvajes peleaban con las bestias feroces. Al final de cada contienda no todos salían bien librados, ya que en la acción muchos de ellos sucumbían. Pero esto los motivó a pensar en mejorar la técnica en la fabricación de las armas y comenzaron a labrar la piedra, la sílice y la madera para conseguir aparejos cortantes y filosos. También lo hicieron con los huesos de los mismos animales que mataban y con las conchas del mar. De ahí nació la supremacía, la política del “buen vecino” algunos hombres prehistóricos eran más hábiles, más valientes, más fuertes o quizá más inteligentes que el resto. Y a éstos se los consideraba con respeto llamándolos “jefes”.
En otras circunstancias posteriores, se viene a la memoria la vieja apedreada según las leyes judío-cristianas, era costumbre condenar a muerte a pecadores, prostitutas y adúlteros. A los implicados se llevaban a las afueras del pueblo para quitarles la vida bajo una lluvia de piedras “lanzadas” por una horda de energúmenos fariseos iracundos. Jesús, de Nazaret, salvó de la “lapidación” a María Magdalena, evocando como amuleto de defensa la parábola del Evangelio: “El que de vosotros esté libre de culpa, que lance la primera piedra...” Luego se encuclilló y con una rama seca comenzó a escribir en la arena, los pecados de cada uno de los verdugos. Estos al verse descubiertos con tan dura reprensión, uno a uno, se fueron retirando, disolviéndose así el grupo. Jesús, al ver que se habían quedado solos, se le acercó a María Magdalena, quien tenía la mirada en el suelo en actitud de arrepentida, y le dijo: “Mujer, si estás arrepentida de lo que hiciste, entonces estás ya libre de culpas. Ahora vete y no vuelvas a pecar”
Las cosas cambian mucho de lugar en lugar, de época en época y de persona en persona. Por ejemplo: En mis tiempos dorados de estudiante universitario, no se conocía en el plantel infiltraciones de personas simpatizantes de organizaciones guerrilleras financiados por el narcotráfico, por lo tanto en las arcas estudiantiles no había caletas con armas, granadas de mano, ni bombas caseras conocidas como “papas explosivas”. Pacifistas, resentidos se alzaban en pétreas protestas so pretexto de cualquier razón en defensa de los derechos vulnerados o por algún otro tipo de desconcierto social… estos salían en manada a la calle a incendiar vehículos, “lanzando” piedras y ladrillos, y consignas represivas en contra del gobierno. Entonces la policía “antimotines” camuflados con sus cascos, escudos y uniformes hacía presencia con sus tanquetas, formándose verdaderas batallas campales con la turba enardecida de estudiantes. De inmediato allanaban el lugar lanzándoles agua y gases lacrimógenos para disuadirlos. Estos actos siempre los consideré como una pantomima irresponsable de juventud y de mal gusto. Porque al final de cada revuelta, terminaban unos pocos en la cárcel, otros heridos y, los organizadores judicializados por las directivas de la universidad para luego ser vetados y expulsados.
Si hablamos de “zapatazos”. Mi padre era un experto en tirar sus zapatos cuando se enfadaba; en hacer volar por el aire lo que tuviera por delante con excelente puntería. Recuerdo una vez. Él, se encontraba en su alcoba recostado en su cama y por algo que le dije, se disgustó de tal manera, que sin pensarlo dos veces, puso en mi humanidad uno detrás del otro su par de zapatos. No me dio tiempo de reaccionar como lo hizo “Bush” Acto seguido, de manera intempestiva lo vi levantarse de su lecho y tomar la tranca de la puerta para descargármela por las costillas. En ese momento salí corriendo de su alcoba a refugiarme como fuera en otro lugar, para protegerme de tal sorpresivo ataque paternal.
En cuanto al “zapatazo” a Bush, que voló por los aires sin impactarlo y al grito el insulto de “Toma tu beso de despedida, pedazo de perro” Aunque erró en el blanco, el mensaje del periodista iraquí “Muntazer al Ziadi”, quedó claro “arrojar el calzado son de las peores ofensas en el mundo árabe” Tal vez por tratarse de una agresión a la persona más poderosa del planeta fue condenado a tres años de prisión, torturado y amenazado de muerte. Sin embargo, la sentencia es injusta si consideramos que, una de las partes integrantes de la nación, es el territorio ligados con las estructuras sociales y políticas, el cual puede definirse como el espacio, donde se establecen la relaciones entre gobernantes y gobernados, y se da asiento físico a la nacionalidad y al ejercicio de los derechos y deberes ciudadanos que engloba el conjunto de las instituciones. “Un zapatazo no se considera violación alguna de ley en la legislación romana” por lo tanto no era merecedor de tal castigo impuesto. No pasaría de ser una simple amonestación con caución y detención preventiva. Según Montesquieu…Lo que llamó virtud en “la República”, es el amor a la patria, es decir, el amor a la igualdad lo que hace a un pueblo soberano, y esto fue lo que le hizo reaccionar al periodista con enfado. Dijo éste en su entrevista, que su actitud fue una "respuesta natural a la ocupación" de su país, y que no pide perdón, porque es consiente que ha visto su pueblo sufrir por obra y gracia de él, quién creo una política ilegal, injusta e innecesaria de agresión en Irak. Este provocador estado de iniquidad, inapetencia y dominio es el promotor bélico causante de muchas muertes.
En Kalimanta en la isla de Borneo, rodeada de grandes plantaciones de coco; entre su follaje habitan muchos “micos” que son la atracción de los turistas españoles. En esta región ocurre algo particular; a estos les lanzan piedras, para que estos en respuesta defensiva a la agresión provocada de su supremacía, devuelvan desde lo alto de las copas, las verdes “pipas de coco” que penden de las palmeras. En esta operación de retaliación de los “micos” y el “zapatazo” de “Bush” hace que reflexione sobre la situación que está viviendo mi patria en el ámbito soci-económico, que ha ido madurando sin expectación ninguna. Varios son los acontecimientos que en estos últimos años, han despertado en el pueblo Colombiano una esperanza de cambio que traiga bienestar y progreso para todos; y que quisiera para ello presentar frente a mí cada aspiración vulnerada de nuestro pueblo, como piezas de boliche, para propinarle al gobierno un contundente “zapatazo” de protesta por cada una:
- Zapatazo, por una calidad de vida más humana y una convivencia social fraterna.
- Zapatazo, por lograr el deseo más profundo de que se establezca un orden social, económico y político que esté al servicio de la persona y del bien común , y no para los intereses de un grupo o sector.
- Zapatazo, porque la oportunidad para cada hombre pueda cultivarse y afirmar su propia dignidad personal.
- Zapatazo, por una distribución más justa de los bienes y las oportunidades.
- Zapatazo, por tener más personas y grupos sedientos de una vida libre, digna del hombre.
- Zapatazo, por el deseo de una sociedad justa, ordenada, segura, que ofrezca bienestar y seguridad para todos.
- Zapatazo, porque el pueblo quiere paz y seguridad; porque el pueblo no quiere más violencia, ni muertes, ni secuestros, ni chantajes.
- Zapatazo, porque se restablezca el deseo profundo de justicia social: en el reconocimiento del trabajo mediante el pago de un salario digno; en la administración de los servicios, sobre todo en el de la salud; en la administración del dinero público; en el ejercicio del poder; en las oportunidades de empleo y trabajo.
– Zapatazo, porque gran parte del pueblo Colombiano quiere verse, libre de la miseria, quiere hallar con más seguridad la propia subsistencia, la salud, una vivienda digna y una educación para sí y para sus hijos.
Así concluye mi escrito sobre el verbo “lanzar”. Con buena puntería, pueda que tenga otro efecto que requiera de los reflejos histriónicos de “Bush”, precisos para esquivar su impacto.