En la esquina de casa
Lula saltó arriba de un sapo
y lo reventó.
todos se acuerdan
de olvidarse
pero yo desde ese día
estuve del lado del sapo.
mi vecino se fue a los diez años.
todos los veranos pelábamos de la ligustrina
puños llenos de hojas verdes.
desatábamos la guerra
y las hojas picaban adentro de la remera.
hoy regresó de hace quince años otra cosa
lo recuerdo mirando las medianeras.
estaba pensando por la ventana,
el gato tomando sol en el césped,
los gorriones se revuelcan por el aire
¿quién tiró los gatos arriba del techo?
y de repente, lo inesperado,
un zorzal bajó en picada
y le dio un picotazo en el cráneo.
el gato sólo atinó a disparar entre los barrotes de la
verja
el pájaro remontó el vuelo.
lástima que no tenía una cámara para filmarlo.
hundido como estoy en el sillón
sólo alcanzo a ver las antenas,
y en las puntas pájaros.
las patitas flotan en el aire y algún ala bracea
desesperada.
apoyé los codos en el alféizar de la ventana:
los cuerpitos estaban ensartados en las varillas
asándose al sol del mediodía.
a fuerza de observar vi cómo se llevaba el tenedor a la
boca.
los limpiaba de un bocado.
cuando se acabaron los pájaros empezó a pinchar
aceitunas.
ese que sale del Banco se llevó la peor parte por
repetir la palabra
amortizar.
ahora escupe el carozo calle abajo
que rueda y rueda hasta atorarse en una boca de
tormenta.
1, 2, 3, 4
cuarta
la velocidad
del ventilador de techo
para pasar la noche
cuando sólo raspa una
impresora solitaria en el primer piso
y el pensamiento inquietante en el mar
contra toda serenidad que transmite la montaña
la noche pasa.
abajo
alguien acelera el motor en punto muerto.
llevo la mano derecha a
la parte posterior del cuello y palpo
1, 2, 3, 4 vértebras huesudas.
después el auto se va
y al alzar la cabeza
las vértebras desaparecen.
a 500 km. del mar
los edificios y el viento
arreglados para romper como las olas
y mi respiración sibilina
deciden hacer algo: porque
a las cosas hay que estarles encima para que salgan
como abrir alguna ventana donde no hay.
salgo a ver
el mar.
sentí el zapato flojo
antes de ver los cordones sueltos.
los pies levantan la carga de todos mis obstáculos.
crucé la calle
y miré el fin del camino.
las hojas tridáctiles de los plátanos
se agarran al suelo después de la lluvia.
la ruta me sacó de esa apatía ballesterosa.
conocía el modelo de todos los autos
que veía por la ventanilla
y no así el nombre de los árboles
que se interponían.
de día
vi una escuela entre los jacarandaes
y un coro de chicos se escuchaba
en la noche
cuando las fábricas
abren clandestinamente las chimeneas
cierro la ventana de la brisa nocturna.
el auto era blanco y la noche negrísima.
no cantamos ninguna cancioncilla.
estábamos en el ojo de la tormenta
tratando de evitar un rebrote de la enfermedad.
noviembre
en la primavera de los motores.
cambiamos de lugar
cerré los ojos
podía aún reconocerlos por el pistoneo del motor
y el golpeteo de las válvulas.
los camiones agitaban el bote
y en cada curva que daba
las cassettes rodaban por el tablero.
un trueno afinaba
el motor de la tormenta.
como puesta a punto
hicimos un tramo del camino a 40
persiguiendo nubes que se trasladaban sin moverse
escuchando al cielo correr los muebles.
Panamericana
hombrecitos de VITAL
hallaron sangre y tejido humano
en la sangre y tejido de un hombre.
cerré los ojos.
y al amaestrar el pensamiento
que adentro aletea sepultado
entre brumosas siluetas de montañas
atormentadas por canciones perfectas como llovizna
la ventana empañada desviste a medias
el oquedal arropado por el viento.
esqueletos enloquecidos desempañan
las nubes del estandarte enchinado de estrellas.
en plena noche
un perro rompe a correr
y sin más
desaparece a la vuelta.
algo chilla
prematuramente
y es atropellado por el grito
nace un pensamiento
y no sabe donde instalarse.
tuve un sueño que se aplastó en la banquina:
yo sacaba un bebé del camino
y lo arrojaba en la cuneta.
en el bar el café es negro
y la taza es blanca.
dos mujeres se patean por debajo
de la mesa mientras discuten.
el murmullo retrocede sobre el grito de un nene
y todos son aplastados por la bocina de un auto.
dos jóvenes ángeles deciden enamorarse
y era tal el abrazo desmesurado en el profundo amor
que los fundía su fútil intento de fusionarse
que a la brevedad el diablo metió la cola
y fueron tres los ángeles desdichados.
entre
caminos empedrados con huesos
soles
y perros desnudos
callejean gestos
afectados de cierto enfado. no
al tumultuoso mar recluido de gente
sino hacia la ceniza
que va sigilosamente
arrugando lo decrépito.
un viejo se sienta al lado
y contempla el entorno con desasosiego.
en otro banco otro viejo dormita.
un perro rasca las patas en el cemento.
otro por instinto caza una paloma
y la arroja hacia arriba pretendiendo volver a matarla
porque muerta no sabe para qué podría servirle.
los chicos de la calle son como
un puñado de semillas que crecieron como pudieron:
se escaparon con la ayuda del viento
y ahora huyen de él.
con gusto comerían lo que desechan
los perros gordos de los viejos ricos.
justo antes de los aplausos
que producen las alas de una bandada de palomas
espantadas sobre mi cabeza.
como se reagrupan, planean y se agolpan
chapotean y anidan
los pensamientos estrictamente despectivos de
todo y
todos en mi cabeza
ensayo un piedrazo con amague
del brazo.
la venganza reparte la culpa.
unos matan.
otros miran y se ven reflejados en lo que ven
y después matan.
alguien piensa y
otro piensa que por pensar no se salvará,
y se frota la cara.
alguien se ríe y dice
que por frotarse la cara no se va a salvar.
caminé entre los autos
el día era radiante sobre la sombra
burbujeante y movediza
que el smog imprimía en la vereda.
desde la vidriera del acuario
un pez amarillo y negro
mira pasar los taxis.
hace calor.
la calle está rajada
y hay un bloque de pavimento hundido.
hay tres autos apretados debajo de un árbol
y un pensamiento que dice:
describiendo la realidad no vas a entrar en ella.
Punta del Diablo
a una habitación blanca
un interruptor dos lámparas
la cama
llegamos de noche.
y la cabeza adelantándose en el mar
los nudos enquistados en el machimbre del techo
hacían olas en la madera.
el reloj de pared hace tactic
tac tic
tac
tic.
Y en sentido contrario
el corazón
galopa.
algo en el tórax
está purgando una condena a cadena perpetua
en una sombría cárcel de huesos.
¿qué retiene al corazón
y le impide ser puro?
respuesta: el indulto
las leyes
de punto final y obediencia debida.
axial como la corazonada
en la muñeca veo mi pulso sin necesidad de palparlo.
prefiero apagar la luz y contabilizar los ruidos
y los estremecimientos del corazón contra el cuerpo.
las palabras están muy separadas
y son el resultado de la mayor bajeza con la que
podíamos
haber sido creados.
el tiempo es el testimonio de nuestros actos
y el todo trabaja interiormente con lo que uno le
cuenta.
sacudo la mano
pero ahí permanece.
¿y si en un fallo ejemplar
las causas de un poder taponado?
¿y si la condena en el osario es
a cadena perpetua
y la mudanza definitiva?
tu grupito de rostros desoye los males
pero las cosas se caen y rompen
abultadas de nudos jamás conocidas.
el perfume de las flores
y el alma huyen
mientras la flor se pudre junto al
cuerpo muerto.
¿lo recuerdo antes o lo recuerdo después
escuchar el viento hojear un diario que dejó de leer
hace cinco años?
ella me llamará
desde la otra punta
para contarme alguna tontera
y yo tendré ganas de alegrarme por algo.
hieródula.
buscando algún equiparamiento entre yo y yo.
buscando algún equiparamiento entre cielo y tierra.
entre una cosa y otra
encontré la separación.
te necesito para mantenerme junto.
la radio traduce las vibraciones de la lámpara.
afuera las cosas se gastaron de ruido.
apago la radio y la lámpara.
una canción se pegó en el fondo de la lengua
como polenta en el fondo de la olla.
a las ocho
me despierta el agrio parloteo de las perchas del cuarto
contiguo.
un palomar arropado despertando lentamente con arrullos
desquiciados.
las perchas siguen picoteando el hierro donde se posan
cada una trina con áspero grito
un grito variable según su predestinación en el caño
y según la encarnizada devoción en que se encuentra la
mano
culpable de sus bailoteos.
frondosidad
no hay una mejora, un aprendizaje.
estamos parados frente al mismo deseo Hombre
que contribuimos a deformar.
un acostumbramiento hay.
cierta familiaridad con nosotros mismos.
un empequeñecerse al recordarlo.
y un desguace.
el espíritu
es como un librito para colorear en los figurines
de nuestros cuerpos.
despliego un papel y grito:
no me queda lindo el cuerpo
y más holgada el alma me enflaquece.
revelación
el detalle irrumpió en el ojo
y no tenía una visión abarcadora de las cosas.
hasta hace poco creía que había cosas ocultas.
no hace mucho descubrí que no hay cosas ocultas.
las cosas recién se revelaron.
lo que hasta ayer era oculto hoy se descubrió:
sólo lo velaba su descubrimiento.
ellos
se eximen
al calor de los acontecimientos
hacen pis y no hacen pie
en un mar de fondo
yo
vine de lejos
vine a ver el mar
pero estaba alambrado con turistas
y no resultó
no pudimos hablar.
quemándome las patas en la arena corro hasta el agua
el elemento del fuego se queda en la costa
la condición mortal de los brazos nadan para alejarse de
la costa
hasta que el movimiento de las olas a 300 mts. de la
playa
borra las casas
el ruido disonancia y silencio se borran
se borran las olas
me vuelvo hacia la costa y hacia atrás
pataleo en el lugar
movimientos y patadas se vuelven armoniosos
el corazón no conoce calma mas desprovista de altibajos
tardo una hora en salir
nado crawl.
el summum:
sacar a la superficie
las brazadas
en cámara lenta
cuando campea el viento
y el mar está lleno de abolladuras.
los sobrevivientes
superficialmente vivos ni vivos ni muertos
son como un ahogado que en su deseo de hundirse
lucha innumerables veces contra la superficie
decididos a llegar al fondo de la cuestión para saber
cuáles son los sentimientos que nos hunden.
Holderlina se tira juiciosamente desde una piedra
y nada hasta mi.
el sol pasta
sobre el mar que amarillea.
cada granito de arena era un parlante arabófono.
en el cielo
el molde del humo aún se vislumbra
en los restos calcinados
de las brasas del cuerpo.
en la tierra la lápida no desoculta algunos
rasgos
incorruptibles por el tiempo
como la sugestión precaria de las formas
que se deshacen y
se crean precariamente
en el nombre del cuerpo, edad
y fotografía.
al batir el océano en un mar de fondo
saqué a flote una violenta ola
de desaparecido.
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país
el país del cielo
a la distancia del hombre
lo llama luz
sin puños
sin alas
pero con ojos
en ese repique de escollos que petrifica el espanto
mira hacia arriba y el abismo es tan alto
para su vida erguida en un hueso práctico
que los hombres se vuelven homicidas
se suicidan
o los matan
la reunión del viento pule las piedras
se echó a perder la luz
los que murieron no están más
están los muertos
en las esferas indomables por el ojo
está la luz que lo contuvo
y la música que lo retuvo
pero no están los huesos como prueba
ni hay una muestra de las cenizas.
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