Tú, silencioso enemigo, adormeces la agonía acabándome a paso lento
paciente a la espera del momento oportuno cuando la abstinencia es inútil
me haces levitar en tu efecto, donde todo el tiempo se reúne y muere el afán insatisfecho
sobre el tranquilo latir de un corazón sin culpa, me limito a ser el aire que me invade y abandona