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La Virgen de Fátima

Estaba, y creo que sigue allí,  en el alto que domina el pueblo. El monumento se construyó en medio de una curva como para proteger a los viajeros que llegan y salen del poblado. Los noviecitos de la época, que no podían salir solos, subían en procesión con sus acompañantes que por lo general eran los hermanitos menores de la muchacha, una tía o la misma madre, se acomodaban a los pies de la imagen a mirarse y decirse bobadas ante los testigos obligatorios. Algunas parejitas lograban escapar de la vigilancia, porque la tía se dormía o los niños enviados a vigilar se ponían a jugar y se alejaban, y aprovechaban para darse un casto beso. Éramos educados con tantas restricciones y normas de conducta que nadie se salía de las condiciones por miedo al pecado y a la crítica pueblerina. Por algo se ha dicho siempre: “Pueblo pequeño infierno grande” y el nuestro no se salva de esta norma mundial.

La estatua erigida era de cuerpo entero,  se veía majestuosa y su contorno grandioso y solemne, con las imágenes de los tres pastorcitos y algunas ovejitas, y con varias placas pequeñas de acción de gracias pegadas luego y discretamente con cemento que quedaban haciendo parte del altar, con las que algunos paisanos favorecidos por los milagros especialmente recibidos en cuanto a su salud dejaban testimonio de sus curaciones gracias a la fe en sus ruegos y peticiones a la Virgen.

Al lado de la virgen, existía un hermoso y enorme árbol, bajo cuya sombra hicimos los estudiantes de la escuela o colegio municipales varios paseos didácticos, y años más tarde, ya no en calidad de residentes del pueblo, sino como turistas atraídos por los recuerdos, era imprescindible volver a esa lomita, a esa sombra de lo que quedaba de aquel árbol  a sentarse y meditar un buen rato ante esa postal del teatro de nuestra infancia al frente,  sintiendo la protección para todos de nuestra Señora de Fátima.

Este sitio también era nuestro punto de partida para las carreras de carros que terminaban en la entrada del pueblo tres cuadras más abajo, vale decir unos trescientos metros.

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