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El sol se aproxima por el horizonte y el teléfono suena en la casa de él.

-¿Bueno?- contesta cansado y aun entre el sueño y la vigilia.

-Hola..., ¿vienes?, estaré en el puente frente al río-

¡Click!

-¿¡Hola!?, ¡Hola!, ¡quien habla!-

Pero nada, solo el silencio responde.

-Que loca, quien sería-

Pero ya no puede dormir, aun retumba en sus oídos y en su cabeza aquella voz y aquella invitación.

Mira por la ventana y ve el sol que aparece lento y aletargado en el horizonte, entre los edificios.

Termina por despertarse completamente y sabe que ya no podrá volver a dormir. Piensa en la noche pasada y aun recuerda los gemidos sobre la hierba y aquella mascara escarlata que huyó después de escapársele a él la vida en el último estertor dentro de ella.

Se incorpora y ve su máscara azul allí botada en el piso, junto a su ropa.

Decide ir.

-Es estúpido. Ni siquiera sé quien era- piensa mientras se baña y arregla.

Después de vestirse y antes de salir, echa un vistazo a su cuarto y ve la máscara en el piso y la toma.

Tiene un presentimiento.

No tarda en llegar al puente frente al río, y la ve allí, con otro vestido, pero es ella, ahora viste totalmente de rojo, está a contra luz pero sabe que tiene la máscara puesta.

El hace lo mismo y se coloca la máscara también.

Se acerca hasta donde está ella y la toma de la cintura apretándose a su cuerpo.

Ella lo siente y se aprieta a él con fuerza mientras le acaricia el rostro y siente la máscara.

El se aprieta a ella y ella se aprieta a él, siempre la espalda de ella apoyada al pecho de él.

Se mueven juntos sintiendo que la pasión se enciende nuevamente mientras la luz del sol va ganando la ciudad. Pero a ellos no les importa.

El sujetador del vestido de ella ha caído ya de sus hombros y sus pechos desnudos reciben el calor.

Ella le toma las manos y se los pone allí, mientras él la besa del cuello.

Poco a poco el vestido termina en el suelo y solo aquella máscara escarlata la cubre ahora.

Gira sobre sí misma y se da cuenta que el también solo tiene encima la máscara azul.

No le dice nada, el tampoco y sienten su piel que se entrega como en la noche bajo la luna, ahora lo harán bajo el sol.

Los besos de él le recorren el cuello mientras ella le acaricia la espalda.

Ella siente los dedos de él sobre su cadera, acariciándola, dibujando círculos que parecen querer estallarle en el alma.

La piel los atrapa, el aire también, y la locura del incógnito que ocultan las máscaras los apasiona hasta el límite.

Los besos no importan, las caricias mucho menos, solo el sentirse uno solo, solo eso. Y el entra suavemente en ella, sintiendo el calor de su pasión en la propia pasión suya, y mientras lo hace un suave gemido se escapa de aquellos labios y una respiración agitada y ansiosa sale de la pequeña nariz que sostiene la máscara escarlata que la ocultará a él para siempre.

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