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Levántate!- Gritaban las hormigas a la rosa- ¡Levántate!. Te estás marchitando y te pondrás fea. Morirás sin que nadie pueda evitar tal cosa.

-No puedo hacerlo -Contestó la rosa- no tengo un motivo por el cual levantarme.

-Pero rosa -increpó una hormiga- Si tú eres el símbolo del amor y la elegancia que logra extasiar...puedes encerrar en tus pétalos rojos la más ardiente pasión o a través de tu vestido rosa cautivar...

-O la amistad incondicional y franca. -continuó otra- Toda tú, pureza inmaculada en tu presencia blanca. Cuando de amarillo apareces, el desprecio es el mensaje, al mismo tiempo que imprimes la luminosidad del sol sin embalajes. No importa tu color. Siempre serás bella y codiciada, el preciado trofeo de la doncella amada...¿qué más puedes pedir?. Nosotras, en cambio, somos insignificantes, nadie nos aprecia, no hay quién nos admire o considere galantes...

-Aún así, me siento triste...fea...sola.

-¡Rosa! -gritó encolerizada otra hormiguilla- ¿Es esto una broma?. Eres bella por ti misma y a todos alegras con tu estilizada forma. Siempre te acompañan los corazones de los enamorados que te entregan emocionados. Así como los suspiros de las doncellas y los versos de los poetas que ven en ti a su encantadora musa, que los inspira con su absoluta perfección. Los sentimientos que causas son los que hacen al hombre distinto, tornan su espíritu bello, sublime, perfecto y tan puro, que uno los imagina carentes de crueldad. Tú eres capaz de hacer sentir esto con tu esencia y rocío, conmueves tanto como aquella que ama y llora por el que se ha ido. Nosotras, en cambio, solo vivimos para trabajar, en lo único que pensamos es en el orden, la disciplina y en almacenar.

-No puedo. No sé por qué. Me siento insegura, insignificante y horrible.

-¡Por Dios! -reclamó otra- si tu aroma despierta los sentidos por lo sublime. Tu presencia es capaz de robar una lágrima del hombre duro preocupado solamente por tener fama y llegar a la cima del éxito seguro. ¿Cuántos no te han estudiado para extraer tu esencia natural? y luego, a precios elevados prometen a la mujer otorgarle un aroma igual. La luna, cada noche, te dedica sus mejores destellos, el ruiseñor viene a arrullarte con empeño, las nubes liberan la lluvia conmovidas contigo.

Rosa, eres la más grande creación. A nosotras, por ejemplo, nos pisan y exterminan, nos aborrecen y con nuestras hormigueras terminan. En cambio a ti, creación privilegiada, te aman seas como seas: Un botón, una flor abierta, solamente tus pétalos, seca entre las amarillas páginas de un libro celosamente resguardado. Eres el toque maestro con el que El Señor finalizó su obra. No eches en saco roto su empeño. O acaso ¿es por ingratitud y porque tu agradecimiento a Dios es pequeño?

Entonces, la rosa, comenzó a erguirse poco a poco mirando tristemente a esas pequeñas de gran arrojo, y con voz pausada y lenta, les dijo sin vacilar:

-Soy el símbolo del amor. Encierro todo el cariño y pasión que un hombre puede sentir por la mujer que le ha robado el corazón. Lo acepto....

Soy la pureza. En mi nada está mal pues soy perfecta. No hay mancha que me dañe ni acción que resulte fatal porque la pureza siempre prevalece y a través del tiempo y de la vida, permanece...

Soy la amistad, es cierto, porque me entregan con sinceridad, con franqueza, compañerismo, cariño y fraternidad....

Soy el desprecio, es verdad, por que él es un sentimiento también. Receptora de besos, caricias, suspiros...

Mi aroma es el olor del amor y también del desdeño, pero igual del encanto que representa alcanzar un gran sueño. Llevo en mi la esencia de las manos de Dios que me moldeó trabajando con total dedicación. Por eso es que arranco suspiros y lágrimas. Soy, en fin, el toque maestro del Señor. Su más grande y perfecta creación.

Solo que, se esmeró tanto en darme tal personalidad que olvidó decirle a mamá naturaleza que me diera una oportunidad, que me permitiera amar a mi también ¿de qué me sirve enamorar y presenciar tantas historias llenas de ternura y miel si yo no siento nada?. ¡Eso es muy cruel!. ¿Para qué conmover si yo no me conmuevo?...Me dieron belleza y perfección pero por dentro, un alma no tengo.

¡Yo quiero tener un corazón! ¡Quiero vivir un amor! No solo ser el centro de decoración de una mesa dentro de un jarrón. No deseo permanecer impávida velando los sueños de los que sienten pasión, sino que quiero hacerlo como el ruiseñor conmigo: con devota emoción.

Me mantengo erguida como un ejemplo para los que se quieren doblegar ante el sufrimiento de un amor que está a punto de culminar. Pero también paso las noches mirando al cielo pidiéndole a Dios clemencia y consuelo. Quiero llorar por amor, o por tristeza, emoción, melancolía....¡pero llorar por algo!. Una sola lágrima otorgaría un sentido a mi vida fría. ¿De qué me sirve toda esa pose sin un corazón?. Por eso me rehúso a erguirme, me niego a levantar la cabeza. Quiero quedarme así lamentando mi destino sin razón hasta que El Señor note esta soledad y desamparo que me tienen tan molesta.

Las hormigas consideraron conveniente dejar a la rosa sola, contentas, en el fondo, porque aunque insignificantes y viviendo en bola, ellas sí podían amarse a pesar de su vida laboriosa y poseían corazón, aunque muy pequeño, pero de capacidad asombrosa.

-Es tan bella, que me da pena que se marchite -murmuró una hormiga con voz queda y triste.

Esa noche, la luna no alumbró pues solidaria se eclipsó, el búho se durmió y el ruiseñor no cantó.. La doncella tampoco suspiró, el poeta no escribió...pues la rosa, jamás la cabeza levantó.

Dios escuchó el lamento de la flor y después de mucho pensarlo, decidió darle una oportunidad en el amor. Con polvos de estrella y vapores de nube fue convertida en una avecilla de plumaje suave que levantó el vuelo segura dispuesta a ir tras el amor que siempre perdura. Por eso, se marchitan desde entonces: cumplen su misión y después su tiempo vence.

Un día, al mirar hacia el lugar que ocupaba, la encontramos marchita, arrugada y fea. Es que se ha marchado llevándose consigo su belleza rara llena de candor dejando en su lugar pétalos sin vida y ramas sin color.

Tal vez, junto a la flor halles una diminuta pluma. Guárdala con cariño y celo como si se tratase de un pedazo de luna. Seguramente, se desprendió del ser alado cuando, presurosa, levantó el vuelo en busca de un enamorado. Ahora la rosa no es tan solo un adorno sin corazón, es también un alma en alborada llena de efusión.

-¡Levántate rosa! -gritaron al unísono todos los seres- Levántate y vuela hasta el cielo pues libre eres.

Elena Ortiz Muñiz 

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