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Cerca del amanecer llegaron a la casa, el médico apenas podía pararse y necesitó ayuda para llegar a la casa.


    * Hijo mío algo terrible ha sucedido-. Dijo su madre desde la puerta de la casa –Tu esposa... –

    * Si ya lo sé madre-, replicó -¿Cómo está mi hijo?-

    * Se encuentra muy bien-, respondió la madre- Es una nenita


El médico, que apenas podía mantenerse en pie, hijo de una noble y aristócrata familia, llegó al pueblo hace mas de cuarenta años para quedarse por dos meses en un encuentro comunal con indígenas y nativos de los caseríos aledaños, conoció a la mujer de su vida, y se quedó para siempre. Teniendo el pueblo como centro de operaciones, sanando, curando, y aprendiendo de la medicina indígena y del poder curativo de todo tipo de hierbas naturales, fundió sus conocimientos y creó un estilo característico y particular de sanación, con métodos científico-naturales, que mezclados con una filosofía propia, que él mismo le daba el nombre de "La teoría del desdoblamiento corporal", aprendido de manera autodidacta en una serie de libros orientales, donde intervenían los cuatro poderes del karma y el estudio de la energía interior del ser, hizo posible que jamás en toda su trayectoria como médico, se le muera un solo paciente. Era flaco, con una calvicie hiriente, y unos ojos grandes y profundos, del color de la arena mojada, que emanaban jovialidad y fuerza, lo que contrarrestaba con su destartalada figura, parecía como si él mismo hubiera sufrido todas las enfermedades del mundo, y en cierto sentido era así, ya que para curar con su método híbrido, debía estar íntimamente ligado a su paciente, pues al colocar los cataplasmas y ungüentos, y darles a beber los brebajes preparados con montes y hierbas que nunca dio a conocer a persona alguna, en esos momentos de profunda intimidad con su paciente, él mismo sentía la enfermedad en su propio cuerpo, fue así que en centésimas de segundo padeció y curó de sarampión, rubéola, paperas, fiebre amarilla y paludismo, sintió muchas veces en carne propia los dolores del parto, infartos al miocardio, y convulsiones epilépticas, sanó a leprosos, a chancrosos y a leucémicos, recorrió toda la comarca curando desde un mal de ojo hasta cefaleas crónicas y migrañas del alma. Era conocido en toda la región, y su clientela iba desde el mas humilde indígena, con choza de paja y desasosiego en su corazón, hasta el más pudiente hacendado, dueño de propiedades, tierras, ganado e indios desasosegados de corazón, y su trato era igual para todos. Cierta ocasión intentó hacer un exorcismo, conjuntamente con el párroco del pueblo, que había solicitado su ayuda, pero no lo logró porque entendió que no hay nada que un médico pueda hacer en las cuestiones del diablo. Lo había hecho de todo, así que esa noche confiado en sus conocimientos y experiencias, bebió plácidamente en la parte posterior del coche de Felipe, mientras éste no tenía ni un céntimo de confianza en el viejo.

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