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La pirámide “ilegal”

El pueblo, cansado de esta forma de abuso legal (vigilada por los estados y aprobada por los “hombres de bien”), busca una salida de la ratonera financiera en la que lo metieron a la fuerza. Cualquiera buscaría una salida al ver que sus ahorros desaparecen, en lugar de crecer.

Esto es aprovechado por personajes, cuyos escrúpulos no analizaremos en este artículo, que tienen experiencia bancaria o en la bolsa, o simplemente son personajes que creen que si las entidades financieras pueden obtener beneficios inimaginables, es posible robarse unas migas del pastel general. 

Fundan sistemas de captación masiva de dinero (lo que los bancos llaman, en el lenguaje de ellos, cuentas de ahorro), prometiendo intereses superiores a los “autorizados”). Cualquier ser humano con un par de neuronas en el cerebro se dará cuenta que en el banco siempre pierde plata, así que es mejor prestarla a otros, que ofrecen pagar intereses por ella.

Invierten en las pirámides y al principio estas funcionan. Los primeros comienzan a percibir altos rendimientos (lucro), por el dinero prestado, los que manejan el dinero también se benefician, y más personas comienzan a invertir ese dinero (que por ley y derecho del gobierno y de los bancos, pertenece y debe estar únicamente en los bancos) en la pirámide “ilegal”. 

¿No obstante, qué tiene de ilegal un sistema igual al de los bancos? La única diferencia radica en los intereses que percibe el prestamista, ya que el sistema es idéntico.

Las migas que se escurrían de las manos de los bancos y el sistema financiero, se convierten en tajadas. Es en ese momento que el gobierno aplica la ley de la “ilegalidad”, forzado por la mano que le da de comer. Las consecuencias… A nadie importan… 

Hay que ser equilibrado y decir que la mayoría de las pirámides “ilegales” lo son en realidad. Son personas inescrupulosas que aprovechan el descontento del pueblo para con los bancos y crean compañías temporales, recopilan sumas de dinero “respetables” para el público, pero insignificantes a los ojos de los banqueros, y huyen con él, dejando a los inversores con los “crespos hechos”.

¿Y el pueblo? 

Andando de un lado para otro, buscando el milagro que convierta “dos peces y cinco panes” en, al menos, lo suficiente para alimentar a la familia. Y dándolo a los bancos, a las pirámides, a los especuladores y usureros, quienes saben la ecuación legal para quedarse con él y dejar al pueblo sin peces ni panes.

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