El caminante habló y fue escuchado por Ponciano y Hebert, dijo no haber visto negros, ni indios. Preguntó cuántas personas se habían suicidado, si habían parejas separadas o madres solteras. Todas esas preguntas fueron respondidas negativamente, excepto la del suicidio, dijeron que la abundancia de árboles favorecía esta práctica liberadora y fue informado de que la queja mas frecuente era el ruido de los habitantes del segundo piso. Todos los habitantes del primer piso tienen la misma queja y es la razón de las peleas en las calles y constante cuchicheo en las puertas. Otra información conocida por el caminante es la programación de agencias turísticas, trayendo hombres solteros que buscan mujeres lindas, blancas y hermosas. Esos días de fiestas son terribles para los hombres y de felicidad para las mujeres. Los hombres se emborrachan solitarios, mientras las mujeres terminaban enamoradas. Otras excursiones venían a recoger niños abandonados y adoptarlos en otro país. El mundo cambiaba vertiginosamente, testigos de ello esta narración.El caminante también preguntó si un bandido muy conocido había trasladado las prostitutas al club social, a fin de hacer un agasajo social. Al club solo asistían los socios y personas que no tuvieran reparos morales. Versión que no fue confirmada, pero tranquilizados Ponciano y Hebert, al explicarles que don Quijote el caballero andante cuando encontraba una prostituta en la puerta de la tienda las llamaba doncellas y a las tiendas palacios. La extrañeza y la paradoja dejaría el campo a lo normal, en este tiempo moderno pudieron ver obras de teatro en que los bandidos gobernaban el país, los asesinos hacían las leyes y las mujeres mas putas incitaban los deseos de los hombres en público. Luego los mas grandes actores serian estudiantes de universidad haciendo de soldados revolucionarios y los actores de la pornografía serían hombres de la calle. También obedeció a la imaginación del caminante la versión de que las mujeres secaban puestas las prendas íntimas, a fin de que no fueran observadas. Dijo que nunca vio un interior colgado de un alambre y concluyó que tocaba usar la imaginación a fin de deletrear los bordes de esos adminículos y por su puesto el contenido dilataba la presencia. Olga tuvo once hijos y nunca fue vista en embarazo y menos la partera en las noches de luna. La familia recibía alegre al nuevo miembro y no hubo sospecha, ni vieron los movimientos de la naturaleza en el vientre materno. La noticia del nuevo miembro recorría el vecindario cuando decían al niño, ve a todas las puerta y grita, mi mamá manda a ofrecer un niño.Las mujeres se consumían en los propios deseos, estancamiento que ocasionaba un rebosamiento en las noches. Los hombres no jugaban con pescaditos de oro en el día, sino que en la noche miraban las escaleras sin fondo y esperaban que en el recodo de un zaguán, el fantasma de un placer se disfrazara de pesadilla, una mujer desnuda y profunda apareciera abruptamente. Los zaguanes, susto contenido, allí merodeaban los bultos moviéndose, la máscara devoradora, el golpe en la espalda, por tanto, no era extraño hallar en el amanecer un hombre desmayado esperando la luz del día. Otro hombre amanecía abrasado a una mujer desconocida en otra calle alejada de su residencia.Las mujeres salían a los balcones con sus faldas de flores, daban un canto a la belleza, hablaban con la risa, lanzaban el cabello al viento y las miradas mas allá de los hombros, viajaban buscando el paraíso perdido. Los ojos de los hombres buscaban los balcones desprotegidos en que las mujeres exhibían los cuerpos. Esperaban las excursiones de los solteros. Las miradas perdidas en la fuente, deambulaban compitiendo con las nubes, detenidas en los patios, en las ventanas y adivinando en las escasas calles; sumergidas en la música, oyendo el comentarios callejero, ellos bordeando el paraíso, la tristeza permanente, pensando como la felicidad estaba en otro lado, nunca se merecían un beso sensual, un abrazo estrecho, la mirada debería ser retorcida y si alguien usaba las facultades que el de arriba entregó, decían que se salió del orden establecido y declaraban la amistad perdida. Aparecería otra vez el mito de la caverna, que en todas partes adquiere ribetes propios; salimos de una caverna, no podemos liberarnos de ella, aunque haya variados intentos. Siempre habrá una disculpa para no aceptar el afuera de la caverna y si dicen vi sombras de otro color, siempre la misma respuesta, le hizo daño la salida. Queda castigado. Sin embargo, según la versión del caminante la consigna sigue siendo huir de caverna en caverna. La idea de Ponciano y Hebert, considerada revolucionaria y altanera, era salir al mundo exterior. La actitud de levantar los hombros a fin demostrar que no les importaba lo que ocurría en la vida de los demás, dejaba los omoplatos con una versatilidad extraordinaria. Esa forma ocurría cuando comprometía al que levantaba los hombros, pero de enterarse estaban los oídos atentos. Si se trataba de distraer la atención ponían la mano en el hala del sombrero, a fin de orientar las alas, de esta manera agachaban el sombrero y el mundo pasaba en frente sin que el viento de la galaxia sobara la barbilla hipócrita.
Fantasmas en las noches y los días. Los hermanos, otros fantasmas, grandes enemigos, portentosos en la rabia, el odio largo como la mirada y extenso como la pena.Los padres como los postes o el árbol centenario que nunca cambiaba y resistían el uso indelicado. En uso de buen retiro, amarrados a un árbol como en Macondo o puestos en las madrigueras de la conciencia, allí en donde ningún pensamiento sale adelante.Se cuenta que no querían ver muerta a la madre, entonces a ¿quien ofender diariamente? El mismo trompo puchador, desde niños acostumbrados al garfio ofensivo, al pellizco insidioso, en eso la madre era servida en las noches, antes del sueño, poco antes de las comidas y sin falta, antes de salir al colego. La vieja inclinada limpiando la mugre, abriendo paso, devastando la montaña. Ellos destruyendo… Hebert fue conminado por violencia intrafamiliar. Todos los días su madre lloraba la desazón de haberlo parido.
Llegó el rumor que una relación sexual violentaba a las mujeres. Las mujeres cojeaban inexplicablemente después de la primera noche. Después de esa noche la mujer cojeaba, fantasía femenina, nadie pudo probar esa incapacidad de la primera noche, pero ellas amanecían con las piernas abiertas y la nalga respingada, nadie decía nada, ellas autorizadas a andar así, la victoria sobre la soledad, simbólicamente y los maridos cual profesionales del maltrato y burdos cargabultos, paseaban las manos violadoras entre las gentes y todos felices, única violencia feliz de un conglomerado gris y enlutado.Esos cuentos pasaban en las noches de boca en boca, cuando dormían reunidos en una cama. Cogidos de la mano, uno soñaba con un tigre, el otro con un perro y esos animales circulaban en las cabezas, al despertar decían, anoche soñé con un tigre que salía de tu cabeza. Ponciano soñó que las mujeres no cojeaban, sino que caminaban felices entre las calles después de una relación sexual. Según el sueño esa relación aliviaba los rencores y agilizaban las piernas y músculos. No todo estaba bajo la ley de la repetición. Alguna vez apareció una señora sin cocina. Pidió un permiso con el fin de poner el fogón y Olga durante mucho tiempo cuidó el fogón ajeno. La intrusa no abandonaba los oficios y la dueña no podía ausentarse o cerrar la puerta en razón a que la visitante no salía. La dueña pasó mucho tiempo pensando como terminar la invasión. Temía un enfrentamiento, llevar la contraria, ser injusta, cometer un pecado, atraer una bruja, una malquerencia talvez, no podía presentir que alguien la odiara y menos proviniendo de una persona desconocida. Consultó con un tinterillo llevado por Ponciano y luego de analizar el lugar de los acontecimientos y la violación a la convivencia, aconsejó sacar el fogón sin consultar y de no atender este requerimiento la susodicha invasora, llámeme enseguida, sentenció el semi cuasi bosquejo de abogado. Después de innumerables noches sin dormir, sacó el fogón a la calle y grande fue la sorpresa, al comprobar que el tinterillo tenía la razón. Hoy recuerda a Ponciano, el hombre que liberó la cocina de un demonio.Otro día que no tendrá igual, un hombre ciego y grande, mientras comía en la mesa ajena, prometió tierras y animales a los oferentes. Augusto, Olga y Edilberto escuchaban atentos las promesas. Después de cada bocado mencionaba una propiedad, en la mesa muchos panes y en la imaginación un imperio. La despensa vacía y el corazón feliz. Todavía están esperando que el invidente vea el camino de regreso. El cariño no era cualidad del Valle. Luego Hebert conoció cómo la usanza ya no eran promesas, sino que grandes bandidos arrebataban las propiedades y hacían una gran reforma a la propiedad. Ponciano y Hebert compartían habitación en una casa de dos pisos en la montaña Alegrías. Allí apurando dos tragos de ron, recordaban el pasado y tratando de destruir la ilusión de un pasado inexistente, querían comprobar como ese pasado mantenía las mismas aristas con pequeñas modificaciones hoy. A pesar de los avances de la tecnología, los temas fundamentales seguían vigentes. El miedo persiste, el odio igualmente y no porque se viaje en avión, o se usen modernos vehículos la vergüenza se ha ido. Ese niño que fuimos, sigue ahí, al que debemos acariciar, atraer con las palabras. El paisaje ha cambiado ostensiblemente, pero los motivos para vivir son iguales a los que tuvimos de niños. Estas ideas discutidas lentamente entre Ponciano y Hebert y comprobando como su espíritu mantenía esas premisas enraizadas en el pasado, y podían seguir recordando. Si a pesar de haber conocido la literatura, la crítica social, el hombre que hoy recuerdan, ese niño del pasado, es el mismo con leves cambios.